Con motivo del 20 aniversario de Jara y Sedal hemos querido hacer una reflexión sobre cómo ha cambiado la caza en el Siglo XXI. ¿Hemos llegado demasiado lejos? ¿La óptica moderna y la visión térmica nos convierte en cazadores menos éticos? ¿Hemos perdido habilidades por culpa de las cámaras trampa y los smartphones? ¿Vestir ropa técnica en montería es una ruptura con la esencia de una modalidad única? ¿Nos han vuelto más cómodos los todoterreno? Algunas de las firmas más reconocidas del sector se han atrevido a recoger el guante y responder a una pregunta nada sencilla.

Después de que el otro día abordáramos la pregunta «Tiros a larga distancia: ¿es una caza ética?», ahora es el turno de otro de los debates que más surgen en las conversaciones de cazadores: Visión térmica en la caza: ¿es justa y necesaria? El director de Jara y Sedal, Israel Hernández, y el redactor de esta cabecera, Carlos Vignau, se enfrentan en la respuesta.

Israel Hernández: «Aportan incuestionables ventajas en aspectos tan importantes como la gestión, la seguridad o, incluso, la lucha contra el furtivismo»

Nunca he sido un hombre de blancos o negros. Tampoco en los debates que conciernen a la caza. Hay que analizar y razonar cada situación de forma individual. Tampoco me gusta confundir moral con ética, por eso creo que el uso de visión térmica en la caza es justo y, a veces, necesario.

Este tipo de dispositivos aportan incuestionables ventajas en aspectos tan importantes como la gestión, la seguridad o, incluso, la lucha contra el furtivismo. La herramienta en sí no es buena ni mala, lo que dilucida su bondad o maldad es el uso que se hace de ella.

Soy una persona liberal, por eso creo que, como con otros importantes avances, debería ser cada individuo –y no el Estado– el que decida si considera apropiado usarlo o no. La ventaja que ofrece este tipo de óptica no es diferente a la que proporciona un arma de fuego, una ‘herramienta’ que nadie cuestiona.

Carlos Vignau: «Valoro más la acción de descubrir a la presa por mí mismo»

Me considero un cazador clásico: prefiero una paralela a una semiautomática o el cuero al ripstop. Es mi forma de pensar, de vivir y de cazar. Por eso, un monocular térmico no termina de encajar con mi personalidad. Entiendo perfectamente que no se le puede dar la espalda a los avances y también el repentino auge que protagonizan este tipo de herramientas, pero valoro aún más la acción de descubrir a la presa por mí mismo.

No me convence el hecho de que una imperceptible emanación de calor sea suficiente para siluetear un venado encamado en la espesura. Si puedo elegir, prefiero adivinar su posición estudiando sus querencias y con la ayuda de unos simples prismáticos. Sé que suena romántico, quizá en exceso, pero esa es mi postura. Al menos, de momento…

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