Por Laureano de las Cuevas (socio de ACE).
La niebla envuelve las férreas tierras castellanas, en las que el un cortante viento del oeste no es capaz de levantar el liviano e incesante goteo de participantes que, un día más, el último del fin de semana, ha sido la tónica general de las ‘V Jornadas de Corzas en Burgos‘, organizadas, como es ya una costumbre institucionalizada, por la Asociación del Corzo Español.
Los corceros rebañan con ilusión desde el despuntar del alba, a golpe de bota y vara de avellano, algunos, muchos ya a golpe de achiperre de fibra de carbono, las horas previas al encuentro que, a amigos y socios de la ACE, nos hermanará una vez más en torno a la mesa.
Los partícipes, cazadores curtidos y noveles, estudiosos de la biología y las distintas disciplinas que aseguran la conservación del pequeño de nuestros cérvidos, y algunos amigos que acompañan en la faena, se van dando cita a la espalda del restaurante de Carmen, “La Venta”, en Madrigalejo del Monte. Venidos desde los cuatro puntos cardinales, desde Lugo a Soria, Navarra a Madrid, incluso algo más largo, pues Paco ha venido con su familia desde las tierras extremas y duras de El Gordo.
El aprovechamiento de la carne de corzo
Van llegando las primeras canales y comienza el zafarrancho, mientras se van colocando en perfecto orden las 58 reses cosechadas que harán las delicias de exigentes paladares. Unos y otros se enfundan guantes y manguitos empuñando cuchillos y bisturíes, tampones y agujas, los tubos de ensayo conviven en perfecta simbiosis con la pericia del corte del carnicero.
El equipo del INVESAGA, estudiantes de la Facultad de Veterinaria de la Complutense y distintos empollones amateur del corzo, excavan en el interior de las canales buscando parásitos, analizando y conteando fetos o recogiendo sueros para estudiar el impacto de la EHE en el corzo. Datos que, sin esa herramienta venatoria de conservación, serían imposibles.
Del campo a la mesa
El toque de fajina que convoca a las tropas a la mesa resuena en la junta de carnes. En una mesa alargada, muy alargada, conversaciones y risas se remojan con caldos de la Tierra, acompañando una olla podrida de alubias rojas, y unas carrilleras que quitan el hipo, postres caseros y café ponen el broche de una suculenta comida, que sus comensales no quieren concluir, pues la foto final del equipo al pie de una ladera donde un grupo familiar de Capreolus contemplan la escena que anuncia el final de unas entrañables jornadas forjadas entre el compromiso con la conservación y el disfrute de una incomprendida -por desconocida- afición que para muchos es una forma de vida.
Cómo localizar los corzos de tu coto antes de que comience la temporada
Dicen que todo lo bueno se acaba; no es cierto, solo se ha abierto un paréntesis hasta el año que viene, preludio de muchos. Gracias a todos los que, con vuestro esfuerzo, ayuda y complicidad, hacéis realidad el anhelo de muchos».