En un contexto de grave amenaza para la biodiversidad de la Cordillera Cantábrica, el urogallo cantábrico ha ofrecido este año un atisbo de esperanza. La última estimación oficial cifra su población en 209 ejemplares, lo que representa un crecimiento del 8 % respecto a los datos de 2019 y supone la primera señal de recuperación tras décadas de retroceso.
La cifra ha sido posible gracias al trabajo coordinado entre comunidades autónomas, centros de investigación y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), que lidera el Grupo de Trabajo para el urogallo cantábrico, una de las nueve especies declaradas «en situación crítica» en España. El resultado, aunque modesto, aporta una dosis de optimismo en un proceso que sigue siendo extremadamente delicado.
La mejora no es solo cuantitativa. El equilibrio entre sexos también se ha corregido ligeramente. Mientras en 2019 las hembras representaban apenas el 31,5 % de la población, en 2024 el porcentaje asciende al 44 %, un dato relevante dado su papel clave en la reproducción y crianza de los pollos.
Un censo pionero y preciso
La estimación se ha llevado a cabo con métodos científicos avanzados. Se utilizaron excrementos como muestras no invasivas, analizadas genéticamente por el CIBIO, de Portugal, y el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC), que diseñó el muestreo y el análisis estadístico. En total, se recorrieron 1.185 kilómetros por zonas críticas entre abril y junio de 2024.
Se recogieron 959 muestras (719 en Castilla y León y 240 en Asturias), de las cuales 393 fueron válidas genéticamente. A partir de ellas se identificaron 106 individuos distintos, y el modelo de captura-recaptura permitió establecer con un 95 % de confianza que la población se sitúa en 209 ejemplares, con un intervalo entre 171 y 251.
La distribución sigue concentrada en la provincia de León, donde habita el 67 % de la población, especialmente en las comarcas de Alto Sil, Laciana y Omaña. El resto se reparte por los concejos asturianos de Degaña, Cangas del Narcea e Ibias.
Un respiro tras años de caída
Este es el primer dato en la serie histórica en el que se constata una detención del declive poblacional. Aunque aún es prematuro hablar de una tendencia sostenida, los modelos estadísticos muestran un 75 % de probabilidad de que la población de 2024 sea mayor que la de 2019.
La presencia de más hembras es también motivo de alivio. En una especie poligínica como el urogallo, el éxito reproductivo depende en gran medida de las hembras, que asumen la mayor carga en la incubación y crianza de pollos. Su mayor vulnerabilidad a la depredación y mortalidad natural las convierte en el principal foco de conservación.

Desde 2018 se han mantenido esfuerzos de seguimiento anual, como los censos al canto o los análisis de productividad. Entre los resultados más relevantes, se ha determinado que el promedio de cría es de 1,14 pollos por hembra, con datos de 129 hembras monitorizadas.
Más pollos, menos depredadores
Uno de los factores que ha contribuido a mejorar estos datos ha sido la reducción de la depredación por marta (Martes martes), un mesocarnívoro que ejerce gran presión sobre las puestas y los pollos. Las comparaciones entre zonas con y sin control poblacional muestran un aumento medio de 0,5 pollos por hembra.
Este incremento, aunque modesto, podría suponer 50 pollos adicionales al año si 100 hembras criaran, lo que refuerza la eficacia de estas medidas de gestión activa del hábitat. Se trata, sin embargo, de una estrategia de corto plazo, hasta que los ecosistemas recuperen su equilibrio.
También se han invertido más de dos millones de euros en mejora del hábitat forestal en León, con actuaciones en 1.000 hectáreas entre 2022 y 2025. El objetivo: replicar las condiciones ecológicas más favorables al urogallo, como una mejor cobertura arbórea y mayor disponibilidad de alimento y refugio.
Cría en cautividad, la apuesta a futuro
En paralelo, avanza la cría en cautividad como estrategia de refuerzo poblacional y posible reintroducción. El centro de Valsemana (León) ha recibido casi cinco millones de euros desde 2019, y cuenta ya con 38 urogallos ibéricos. Para 2026 se espera disponer de 40 hembras y 20 machos reproductores, y liberar entre 80 y 100 individuos anuales.
Ya en 2023 se logró un hito sin precedentes en España: el nacimiento de pollos mediante inseminación artificial. En la presente temporada, se trabaja con ejemplares cantábricos y pirenaicos para alcanzar el stock reproductor necesario. Además, se están criopreservando muestras seminales en un banco de germoplasma.
La técnica empleada en Valsemana prioriza la diversidad genética mediante genotipado y selección controlada de cruzamientos. El objetivo es evitar la endogamia y asegurar la viabilidad de las futuras liberaciones.
Ciencia, cooperación y compromiso
El trabajo para salvar al urogallo cantábrico es un esfuerzo conjunto entre administraciones, científicos y sociedad civil. Universidades como Córdoba o la Politécnica de Madrid, centros del CSIC como el IBE o el INIA, y colaboradores internacionales como Francia o Polonia están aportando experiencia y recursos para mejorar la conservación de esta emblemática especie.
La figura de «situación crítica» con la que fue catalogada en 2018 ha permitido reforzar legal y logísticamente las actuaciones. El desafío sigue siendo mayúsculo, pero los datos de 2024 muestran que, con ciencia, inversión y compromiso, aún es posible revertir el destino de especies al borde de la desaparición.