Llevaba tras sus huellas desde hacía casi dos años, pero todo cambió en una de sus noches de espera. La visión de un enorme jabalí con un buen trofeo dio un vuelco a sus planes.

Redacción JyS

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A la izquierda, el jabalí que abatió. A la derecha, el que quería cazar. / JyS

Diego Manzano Murillo (26 años) es un joven cazador extremeño que comenzó a seguir el rastro de un jabalí desde el verano de 2018. Sus cámaras trampa le fotografiaron en uno de los comederos de un coto de Quintana de la Serena (Badajoz) donde caza. «Dediqué muchas horas a intentar dar con él, pero fue imposible. No tenía unos horarios fijos, era muy astuto».

Un año después, en el verano de 2019, Diego decidió cambiar la ubicación del comedero para intentar ganarle la partida al astuto jabalí. «Lo llevé a un lugar donde era imposible cargar aire, muy tapado y más cerca de donde creía que podía tener su encame. Quería que entrara más confiado».

Un jabalí distinto

Después de un mes, al comedero «sólo entraba una piara de una hembra con crías y un macho de unos tres años». Por fin, en el cuarto aguardo que intentaba, hizo acto de aparición un macareno. No, no era el que llevaba tanto tiempo persiguiendo. «Nada más verlo sabía que no era el macho que habían captado mis cámaras trampa. Era un jabalí mucho más corpulento y con un buen trofeo». Aquella visión cambió por completo sus planes mentales.

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Más imágenes de la noche de espera. / JyS

Casi bronce

Pocos días después, durante otro aguardo, volvió a entrarle otro animal: «No era el que fotografiaron mis cámaras. Era un jabalí distinto, más grande, más impresionante, el que había visto unas noches antes», afirma Diego. Bajo la noche cerrada, Diego le dejó cumplir en el comedero. «Le dejé rebozarse hasta que se acercó a la comida. Fue cuando logré abatirlo de un certero disparo en la oreja», recuerda.

Al acercarse comprobó que, efectivamente, no se trataba del macho que tanto tiempo había perseguido, sino de otro completamente distinto que tenía una peculiaridad: una amoladera rota. Un defecto que evitó que el trofeo haya conseguido la puntuación de medalla de bronce.

Diego, a pesar del final feliz de esta historia, sigue dándole vueltas a la cabeza. «En los días previos no había visto ni colmillazos ni huellas de este animal, ni siquiera pude localizarlo con la cámara… Fue todo muy extraño».

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Javier Vidal, con el jabalí abatido. / JyS

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