No, el ave de caza que ha costado la expulsión a Saray en MasterChef 8 no es una perdiz: es un grouse. En los años 80 las poblaciones de este lagópodo originario de Inglaterra y Escocia estuvieron a punto de desaparecer. La investigación y gestión promovidas por los cazadores han permitido una recuperación ejemplar. 

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Grouse, la especie que se ha hecho famosa después de su paso por Masterchef.

Por Carlos Sánchez, coordinador de investigación de la Fundación Artemisan, y Roger Draycott, jefe del Servicio de Asesoría e investigador de la fundación Game & Wildlife Conservation Trust.

Esta especie se acaba de hacer famosa en nuestro país después de que Saray, una concursante de MasterChef 8, se haya negado a cocinarla. La mayoría de medios se han referido a ella como una perdiz, pero nada más lejos de la realidad: se trata de un grouse.

El Lagopus lagopus scotica es una faisánida de la subfamilia de la tetraónidas, mismo grupo zoológico al que pertenecen los urogallos, lo que hace que el grouse se emparente más con éste que con perdices o faisanes. Eso sí, es más pequeño que un faisán: el macho pesa entre 600 y 690 gramos y su plumaje es pardo rojizo. La hembra es más ligera y su plumaje un poco más claro.

Habita los páramos escoceses y el norte de Inglaterra, Gales e Irlanda, zonas en las que abundan el brezo y las turberas. Lo más normal es que el macho se empareje con una hembra, pero los hay que llegan a contar con dos y otros que quedan desemparejados.

A partir de la climatología reinante ellas realizan, a partir de abril-mayo, una puesta de entre seis y nueve huevos, y la incubación dura 21 días. Los pollos son nidífugos –es decir, abandonan el nido inmediatamente después de nacer– y alcanzan el tamaño de adulto aproximadamente a los 30-35 días. 

Hembra de grouse en tareas de incubación con collar de radioseguimiento. /G&WCT

El grouse, una joya de la fauna británica

El lagópodo rojo, escocés o, en inglés, red grouse, es una de las joyas de la fauna británica. Ha despertado un gran interés cinegético desde hace siglos: es para Escocia lo que la perdiz pardilla para la campiña inglesa o la patirroja para los campos de La Mancha.

Se caza sobre todo en ojeo –los batidores conducen a las aves en dirección a la línea de puestos, que suelen guardar cierto parecido con los antiguos chozos de pastores que aún se pueden ver en algunos puntos de España– y también en mano o al salto con perros de muestra –setters y pointers–, una actividad que sólo en Escocia genera más de 1.000 puestos de trabajo y 30 millones de euros en beneficios. 

Así recuperaron los cazadores al grouse

Sus poblaciones se vieron reducidas en un 82% de 1911 a 1980. Desde la segunda mitad del siglo XX los cazadores impulsaron una intensa labor de investigación para lograr una gestión eficaz, compatible con el medio ambiente y su caza.

Las investigaciones sobre el grouse, muchas de ellas lideradas por la Game & Wildlife Conservation Trust (Fundación para la Conservación de la Caza y Fauna Silvestre) han conseguido frenar el descenso poblacional en algunas áreas de Reino Unido a partir de la aplicación de un plan de gestión basado en cuatro pilares.

Dos cazadores realizando mejoras de hábitat para el grouse. /G&WCT

Uno de ellos es la gestión del hábitat, realizando quemas controladas de brezo para clarear el terreno junto con un control de la proliferación de los helechos. Los esfuerzos encaminados a cuidar su entorno serían vanos si no se realiza un control exhaustivo de predadores como el zorro, los córvidos y ciertos mustélidos. 

La gestión de los cazadores beneficia a otras especies

El tercer pilar es el control de las enfermedades. El grouse ha sufrido históricamente brotes cíclicos de Trichostrongylus tenuis, un nematodo que reduce la reproducción de la especie, junto con otras afecciones detectadas en los últimos años, como el flavivirus y la criptosporidiosis.

El uso de gravilla o grit medicado frente a los nematodos ha conseguido revertir la situación en muchos cotos y, en apenas unos años, se han vuelto a alcanzar cifras récord. Por último, los vallados, postes y otras infraestructuras –como las estaciones de esquí– pueden tener efectos muy negativos en estas aves: de ahí que, en la medida de lo posible, los esfuerzos han ido dirigidos a disminuir su impacto. Además, se demostrado que cuidar del grouse significa hacerlo también de otras especies, ya que la avefría, el chorlito dorado y el zarapito real se han beneficiado también de esta gestión.

El famoso grit medicado con el que se ha conseguido hacer frente a los parásitos. /G&WCT

La Fundación para la Conservación de la Caza y Fauna Silvestre del Reino Unido posee varios investigadores dedicados en cuerpo y alma al grouse así como distintos proyectos de investigación como el de Langholm, en el que se estudia si es posible la convivencia del grouse con uno de sus principales predadores, el aguilucho pálido, perseguido en algunos cotos. Para ello se realizan técnicas de radioseguimiento, sistemas de información geográfica (SIG) y estudios epidemiológicos. 

Un modelo de gestión que se puede aplicar a otras especies

El contacto directo y estrecho de los miembros de esta fundación con los propietarios de fincas y cazadores es esencial para la recuperación de la especie. De hecho, gran parte de esta investigación está financiada por estos últimos, ya que los beneficios se revierten: lo conseguido se aplica, posteriormente, en esos cotos.

El modelo de investigación y gestión planteado para el grouse sigue el mismo planteamiento que el realizado en especies como la perdiz pardilla y roja y el faisán: cuidar el hábitat, controlar los predadores y vigilar el estado sanitario de las poblaciones para así producir un número suficiente de aves silvestres que puedan ser cazadas de forma sostenible.


Una de las investigadoras de la Fundación para la Conservación de la Caza y Fauna Silvestre, en una jornada de marcaje de pollos. /G&WCT