La presencia del lobo está muy arraigada en la cultura española. La lucha entre pastores y depredador ha sido una constante en nuestros montes durante siglos. De esta manera podemos encontrar su rastro en diferentes expresiones artísticas.

De entre todas esas obras populares hay una que se ha transmitido de boca en boca desde tiempos inmemoriales. Se trata del Romance de la loba parda, un poema que narra la historia de un ataque de lobos a un rebaño y de la persecución para darle caza que posteriormente realizan los perros pastores. Se trata de un texto anónimo del que se han registrado diferentes versiones, aunque hoy compartimos una de las más extendidas.

Estando yo en la mi choza, pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas, no paran en la majada.
Vide venir siete lobos por una oscura cañada.
Venían echando suertes cuál entrará a la majada.

Le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos como punta de navaja.
Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada;
a la otra  vuelta que dio, sacó la borrega blanca,
hija de la oveja churra, nieta de la orejisana,
la que tenían mis amos para el domingo de Pascua.

–¡Aquí, mis siete cachorros, aquí, perra trujillana,
aquí, perro el de los hierros, a correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega, cenaréis leche y hogaza;
y si no me la cobráis, cenaréis de mi cayada.

Los perros tras de la loba las uñas se esmigajaban;
siete leguas la corrieron por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito la loba ya va cansada:
–Tomad, perros, la borrega, sana y buena como estaba.
–No queremos la borrega, de tu boca alobadada,
que queremos tu pelleja pa’ el pastor una zamarra;
el rabo para correas, para atacarse las bragas;
de la cabeza un zurrón, para meter las cucharas;
y las tripas para vihuelas para que bailen las damas.

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