La escena ha tenido lugar en el coto de Asque, dentro del municipio de Colungo, en Huesca. Allí, el pasado sábado, 3 de febrero, se celebró una cacería de jabalí en la que participaba Antonio Moreno Gallardo, el rehalero de 50 años del que vamos a hablar como protagonista de esta historia.

A ella acudió junto a sus perros y, uno de ellos, tal y como él mismo ha contado al equipo de Jara y Sedal, salió tras el rastro de un jabalí y no regresó. «Pasó por unas grandes zarzas y no lo pudieron parar, ni a él ni a algún perro más», ha detallado. «Durante la jornada pensamos que volvería porque suelen desaparecer durante un tiempo, pero no regresó y se hacía de noche», confiesa.

Al día siguiente acudieron al mismo lugar para ver si encontraban al can, pero el localizador que portaba el can no daba señal. «A mí ya me hacía sospechar que aquel monte es un poco complicado», ha confesado el cazador. Como el lunes no pudieron volver a subir por asuntos de trabajo, lo hizo otro chico de la zona, pero tampoco encontró a los perros que faltaban por aparecer.

La señal del localizador no se movió en dos días

Cuando el martes subió su compañero, en esta ocasión sí le dio señal, pero esta indicaba que el can estaba quieto en el mismo sitio y no se movía. Al día siguiente volvió Antonio para comprobar si se había desplazado a alguna zona, «pero tampoco se había movido».

«Al ver que no se desplazaba y que daba mal tiempo para el fin de semana», ha continuado contando, «decidimos pedir libre los dos en el trabajo y subir a buscarlo». Tras esto, llegaron al lugar desde la que aún seguía llegando la señal del collar, lo que les hizo sospechar que el perro «podía estar muerto».

Entonces, Antonio y su compañero optaron por hablar con vecinos de la zona para ver cómo podrían acceder al barranco, pero no les dieron ninguna solución. A las 10 de la mañana ya estaban en el monte y, después de «una buena caminata», se quedaron a 80 metros del perro. Sin embargo, no podían bajar porque estaba todo cortado por acantilados.

«Tras un rato intentándolo por un lado y por otro, al final decidimos ponernos en un sitio que era el más cercano a él, mi compañero se ató la cintura con un arnés y yo lo sujeté. Bajó, cogió al perro, me lo acercó hasta donde estaba y los volví a subir atados a los dos», ha recordado Moreno.

Cuatro horas y media caminando con el perro en su espalda

El cazado junto al perro. © A. M.

Al principio parecía que el perro no tenía ningún daño, pero cuando llegaron a una zona en la que pudieron examinarlo con más detalle, se dieron cuenta de que el perro «llevaba las patas magulladas por detrás, en carne viva, casi sin uñas y el pecho y la tripa también magulladas de intentar escapar».


Un perro pescador aprovecha la ausencia de su dueño para tirar de la caña


«Yo creo que si no lo hubiéramos rescatado de hoy a mañana se habría muerto», ha sentenciado el cazador. Viendo que el animal estaba exhausto y no quería caminar ni comer, Antonio lo metió en su mochila y caminó durante cuatro horas y media con él sobre su espalda hasta llegar al coche.

Cazador y perro camino al coche. © A.M.G.

«Hubo un rato que la cosa se puso complicada porque se nos echaba la noche encima y empezó a llover», ha destacado. Al llegar, el reloj marcaba las cinco de la tarde. Más de cuatro horas con el perro a las espaldas para conseguir salvar su vida.

El rehalero ha detallado que «el perro está bien» y que «ya está recuperado».

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