Una parte de nuestra sociedad rechaza frontalmente la caza de especies predadoras. Y lo hace por dos motivos. El primero es que su carne no es aprovechada para el consumo. El segundo, que aparentemente no causan problemas a los ecosistemas ni al ser humano. Nada más lejos de la realidad. El control de sus poblaciones es muy necesario para la conservación de otras especies. Estas son las razones.

El zorro, una especie oportunista

El zorro es uno de los predadores más extendidos en todo el mundo, incluida nuestra Península Ibérica. Es un animal que no cuenta con predadores naturales, sólo otros mamíferos carnívoros –como el lobo y el lince– y grandes rapaces. Pero cuando estas especies no están presentes, se queda sin más amenazas que el propio ser humano. A pesar de ello, se dice que puede ser un predador antropófilo: es decir, le gusta estar cerca del hombre porque puede sacar partido de alguna forma. Y así pasa en muchos lugares. De hecho, las poblaciones de raposos en las ciudades y pueblos del Reino Unido son un caso muy representativo.

El zorro es también el gran predador oportunista. ¿Y esto qué significa? Sencillo: que puede aprovechar muchas fuentes de alimento de muy distinto tipo, ya que no está especializado en una presa o grupo de presas como sí hacen especies como el lince ibérico y el águila imperial. Por ello, es capaz de comer casi todo, desde mamíferos, aves, carroña variadas y frutos –como muchos conocen por la famosa fábula de la zorra y las uvas–.

¿Especie ‘dañiña’?

Un joven zorro captura una perdiz. © Shutterstock

Para muchos, el zorro es la especie ‘dañina’ por antonomasia en España, seguida muy de cerca por el jabalí. Y lo entrecomillamos porque los distintos animales no son buenos o malos, simplemente a unos les toca comer y a otros, ser comidos. Sin embargo, está claro que los predadores oportunistas pueden provocar un impacto muy negativo sobre otras especies en momentos sensibles, como por ejemplo la época de reproducción. Este sería el caso de aves que ponen sus nidos en el suelo o cerca de él, como la perdiz roja, el urogallo, la avutarda, la ganga… y otras tantas.

Pero al César lo que es del César: los raposos cumplen también una función insustituible en los ecosistemas, como el control que realizan sobre especies de roedores que fluctúan a lo largo del tiempo. Si no existieran o fueran mucho menos abundantes en algunos lugares, otros depredadores ocuparían su lugar… y quién sabe si para bien o para mal.

¿Es necesario cazar zorros para beneficiar a otras especies?

Después de saber todo esto, surge la pregunta: ¿es necesario controlar los zorros que hay en mi coto? Por supuesto, excepto cuando no sea la especie predadora más importante o no alcance densidades altas. Lo que sí es cierto es que los cotos que albergan una mayor densidad de especies silvestres de caza menor llevan a cabo controles poblacionales de zorros en los momentos clave.

¿Cuándo debemos cazar zorros?

Cuándo y cuántos, cuestiones a tener muy en cuenta a la hora de controlar raposos. © Shutterstock

Como un viejo guarda de coto inglés me decía: «Muchos me preguntan sobre cuántos zorros hay que matar en un coto para tenerlos a raya. Yo les respondo que la cuestión no es sólo cuántos hay que capturar, sino cuántos y cuál es el momento más adecuado para así ayudar a nuestras perdices, conejos, liebres y otras especies». 

Esta es la eterna pregunta para muchos gestores de cotos: ¿cuál es el mejor momento para controlar sus poblaciones? Los meses más adecuados son los posteriores al cierre de la temporada general de caza, aquellos que coinciden con la reproducción de muchas especies –sean o no de cinegéticas–. Abatir un zorro durante la temporada de caza siempre es una motivación para muchos cazadores, aunque su utilidad desde el punto de vista de la gestión es limitada.

¿Cómo controlar sus poblaciones?

Las trampas, la escopeta y los perros son los métodos disponibles para controlar a los zorros. La modalidad de perros en madriguera ha ganado muchos adeptos en los últimos años y el trampeo sigue estando poco desarrollado en España, si bien se erige como una herramienta muy efectiva y sostenible por utilizarse métodos homologados –Collarum, Belisle…–.

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