La reforma de las competiciones deportivas, según ha planteado la propia Real Federación Española de Caza (RFEC) recientemente, es una necesidad. Cierto, pero como casi siempre, han empezado la casa por el tejado.

Salía a la palestra este debate por las reacciones de los participantes en las pruebas –concretamente San Huberto–, al saber que los costes de los campeonatos nacionales deberán ser de coste cero para la RFEC, lo que supone un importante incremento del precio de la cuota de inscripción.

En ese sentido, el presidente de RFEC, Nacho Valle, revelaba en una entrevista reciente las intenciones de la Federación acerca de las competiciones deportivas con frases como: «o Europa o pagar las competiciones»; «Volver a la FACE ha costado mucho dinero, el objetivo es llegar al coste cero de las competiciones…»; «San Huberto está mal estructurado»; «Hay que volver a enganchar al cazador» o «al cazador de a pie no le interesa el San Huberto». Igualmente, remitía una carta a los delegados nacionales de las distintas modalidades y organizadores de las pruebas nacionales para notificarles que no habrá ni un euro para sufragar las competiciones nacionales.

No se entiende que, por un lado, se reconozca que las competiciones son una parte importante en el ADN de la Federación y, por otro, se eluda la responsabilidad en su organización, incluida la económica, dejando, en última instancia, todo el peso y responsabilidad sobre los hombros de las personas y sociedades de cazadores que voluntaria y altruistamente se comprometen con la organización de las pruebas. Habría que analizar si esos campeonatos de España, de los que se apropia la RFEC y sus patrocinadores, serían posibles sin el trabajo, dedicación y compromiso de muchos federados a los que no se les pone cara, ni nombre. Y cuál sería el coste económico de ese trabajo y dedicación altruista.

Está bien invertir los medios disponibles en la defensa de la caza ante –y desde– Europa, pero la caza se defiende también mostrándola sin complejos, y en eso, las pruebas deportivas de caza tienen un papel fundamental.

El tema puede ser más grave aún si esta deriva en las competiciones viene motivada o influida por el eterno debate –alentado por quienes pretenden pescar en río revuelto– sobre si la caza es deporte o no lo es. Y en esas: queremos nadar y guardar la ropa. No hay nada más peligroso para una institución que la incoherencia. Ni más feo.

Comparto la necesidad, aparcada desde hace mucho tiempo, de iniciar una reforma de las pruebas deportivas que abarque sus reglamentos, su estructura o su financiación, y que determine sus objetivos y prioridades, frenando la tendencia irreal e insostenible hacia la que se les ha permitido inclinarse. Incluso es aconsejable que una federación de caza se cuestione la vigencia o la oportunidad de algunas pruebas deportivas tradicionales que no se corresponden con la imagen que la caza del siglo XXI debe mostrar. Pero esto se hace desde la valentía, la seriedad y el respeto. Lo otro, lo que se ha hecho, es quitarse el muerto de encima.

Dice, la referida carta, que hay que…«prestigiar las pruebas y hacer que federaciones regionales, provinciales y sociedades de cazadores estén deseosas de organizar un Campeonato de España…». Pues bien, aplíquese el cuento la RFEC demostrando su deseo y su compromiso para prestigiar las pruebas. Y lo segundo, vendrá dado. 

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