Un reciente estudio científico ha puesto en evidencia una preocupante realidad sanitaria en Zamora: cerca de uno de cada tres perros aparentemente sanos de la provincia está infectado por Leishmania infantum, el parásito responsable de la leishmaniosis canina, una enfermedad que también tiene implicaciones zoonósicas. El hallazgo supone una prevalencia muy superior al 2% que se estimaba previamente en el noroeste de España, y alerta sobre la necesidad de reforzar las medidas de vigilancia veterinaria.
El estudio ha sido llevado a cabo por investigadores de la Universidad de León, quienes analizaron a 151 perros de 29 razas diferentes, residentes en 18 localidades de la provincia, durante los años 2021 y 2022. Para el análisis se utilizó un método no invasivo —hisopos bucales— con el objetivo de detectar el ADN del parásito mediante PCR cuantitativa (qPCR), una técnica sensible que ha permitido identificar incluso casos asintomáticos.
Una prevalencia inesperadamente alta
De los 151 perros muestreados, 45 dieron positivo a la presencia de Leishmania infantum, lo que supone una prevalencia del 30%. La carga parasitaria detectada entre los individuos infectados osciló desde apenas 0,15 hasta más de 10.000 unidades por cada 50.000 células, lo que confirma no solo la presencia del parásito, sino también una notable variabilidad en la intensidad de la infección.
Llama especialmente la atención que la mayoría de los perros infectados no mostraban signos clínicos evidentes. Solo 10 de los 45 animales positivos presentaban síntomas compatibles con la enfermedad, entre los que destacan la linfadenopatía, la onicogrifosis, la alopecia y la pérdida de peso. Este dato subraya la importancia de los métodos de diagnóstico sensibles y no invasivos para detectar casos ocultos que podrían actuar como reservorios.
Sin patrones claros en la infección
El análisis estadístico no halló ninguna relación significativa entre la infección y factores como el sexo, la edad, la raza, el tamaño del animal o el tipo de hábitat. Ni siquiera el entorno geográfico o el relieve del terreno (colina o llanura) parecieron influir. Los investigadores subrayan que «no se hallaron diferencias significativas en la infección según sexo, raza, tamaño, edad, tipo de hábitat (interior vs. exterior), entorno geográfico (urbano, periurbano, rural) ni relieve (llanura vs. colina)».
Estos hallazgos refuerzan la idea de que la infección está ampliamente distribuida y no se restringe a contextos o condiciones particulares. Por ello, los autores consideran que los resultados «ponen de relieve la gravedad del problema entre las poblaciones caninas domésticas» y reclaman una respuesta firme.
Reforzar la vigilancia y el control
«La alta prevalencia del 30% en una zona de baja endemicidad previa resalta la necesidad de reforzar la vigilancia veterinaria y el control zoonósico de la leishmaniosis», advierten los responsables del estudio. La leishmaniosis canina no solo compromete la salud de los perros, sino que también representa un riesgo para los humanos, ya que se trata de una zoonosis transmitida por vectores, principalmente flebótomos.
Este tipo de estudios son esenciales para actualizar el mapa epidemiológico de una enfermedad que está en expansión en nuestro país y cuya vigilancia resulta clave en entornos rurales como el zamorano, donde el contacto entre perros, humanos y vectores puede ser frecuente.