La caza es para muchos de nosotros una forma de vida. Algo atávico que heredamos de nuestros padres y abuelos y soñamos con transmitir a nuestros hijos. Una herencia predadora cargada de significado que nos hace soñar con el jabalí, con el perro de caza y con el resto de fauna que puebla los campos de España. El arte de perseguir a un animal en estado salvaje hasta darle caza se ha de cimentar en dos premisas fundamentales: la responsabilidad y el respeto.

De este segundo aspecto nace la tradición de la que hablamos. No hay nada más considerado que rendir merecido homenaje a ese jabalí que te mantuvo en vela durante más de cien lunas, o a ese corzo al que ganaste la batalla en buena lid. De esto, en Europa saben mucho.

Animales de caza con una rama en la boca

Seguro que lo has visto en infinidad de fotos y documentales. El cazador, después de cobrar su pieza de caza mayor, corta una pequeña rama de la vegetación cercana y la coloca con cariño en la boca del animal. Pero ¿por qué lo hace? ¿Qué sentido tiene esa acción? ¿Cuál es su origen?

A esta noble tradición muchos cazadores la conocen como ‘El último bocado’. El ritual es el siguiente: después de un rececho, cuando el ciervo, rebeco o corzo yace en el suelo, cazador y guía se acercan a él. Ante la pieza, ambos se descubren como muestra de respeto (se quitan el sombrero o la gorra). El guarda de la zona corta dos ramas de la vegetación más próxima. Una la coloca con mimo dentro de la boca del animal y la otra la mancha con la sangre que mana de la herida (en el orificio de entrada, pues es la más noble), para después ofrecérsela al cazador.

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Un rebeco recién abatido, con una rama de pino en la boca. © Ramón Garoz

Este debe colocarla en la parte derecha de su sombrero antes de volver a cubrirse. Durante este respetuoso acto de entrega, el guarda o guía pronuncia la siguiente palabra en alemán: Weidmannsheil (que se podría traducir por algo similar a: «saludos hombre de campo») a lo que el autor de abate debe contestar Weidmannsdank («gracias del hombre del campo»). Al acabar, la tradición dicta que ambos deben sentarse cerca del animal en absoluto silencio como señal de respeto y admiración. A esta circunstancia se le conoce como Totenwache (guardia de honor).

Una tradición de origen desconocido

Poco se sabe del origen de este rito, tan asentado como otros tantos en países como Alemania, Francia o Austria, pero muchos cazadores apuntan en diversas fuentes que esta estrechamente relacionada con el término germano Waidmännisch.

Esta singular palabra define a aquel cazador que sigue las tradiciones legadas por sus padres y las respeta tanto como las leyes. Es, en definitiva, un expresión que identifica al cazador noble y caballeresco, amante de la naturaleza, que sabe contener sus ansias y que jamás se precipita en el disparo.

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Pedro Ampuero con un precioso rebeco alpino, con su ramita tradicional en la boca. © Pedro Ampuero

La tradición cultural y cinegética de la zona de Alsacia, en Alemania, explica incluso de los valores que deben tener este tipo de cazadores: no deben sentir la caza como una distracción, sino como parte de su herencia cultural. Han de ser honestos y respetuosos. Por ejemplo, nunca deben disparar a un animal de pezuña con algo que no sea una bala.

Además, deberán ser conocedores de las distancias óptimas de tiro para jamás poner en riesgo la salud de una pieza de forma necesaria. La pieza de caza debe ser tratada siempre en el campo: el desuello se considera un arte y el cazador está obligado a practicarlo con perfección y limpieza. Por otro lado, un cazador Waidmännisch debe controlar sus instintos más primarios: no puede sentir celos ni envidia de otro cazador.

Si estás leyendo este texto y consideras que reúnes todas las capacidades aquí descritas, enhorabuena. Eres un verdadero cazador Waidmännisch.