El siluro es un depredador catalogado como especie exótica invasora que se reproduce muy fácilmente en nuestras aguas y, aunque su presencia estaba asentada en cuencas como el Ebro, era más rara en otras como las del Duero, del Guadiana y, ahora, del Guadalquivir. Ahora, ha sido capturado un ejemplar de 100 kilos de peso y más de 2 metros de longitud en la presa de Alcalá del Río, en la provincia hispalense.

Según informa el catedrático de Zoología de la Universidad de Córdoba, Carlos Fernández Delgado a El Mundo, el siluro hasta ahora sólo se le conocía en Andalucía en el pantano de Iznájar, donde fue introducido hacia 2011 de forma ilegal. La Junta prohibió la captura de los siluros en ese pantano, pero no puso en marcha un plan de erradicación de la especie.

No obstante, el zoólogo defiende ante el citado medio que no ha habido una fuga de ejemplares hacia el cauce vivo del Guadalquivir, sino que se trata de otro acto diferente de delincuencia ambiental.

El siluro, un depredador nato

En el caso del siluro europeo (Silurus glanis), «hablamos de un depredador nato», un pez colosal que, para desarrollar sus «2,5 metros de largo y hasta 130 kilos de peso», requiere «una ingesta tremenda de biomasa cada día», explica Fernández también en una publicación de la que este medio se hizo eco hace unas semanas.

La detección del siluro «en una zona con la importancia biológica del bajo Guadalquivir», supone «estar a las puertas de una tragedia ambiental», ya que la desembocadura este río «constituye la zona de cría y engorde de muchas especies», sobre todo de «especies comerciales». Según Fernández, la desembocadura «del Guadalquivir produce el 90 % de los boquerones, sardinas, lubinas, corvinas y lenguados -entre otras especies- que después se pescan en el Golfo de Cádiz».

Podría desplazarse por todo el Guadalquivir

A pesar de que el siluro es un pez de agua dulce, puede llegar a soportar un nivel de salinidad equivalente «a la mitad de la sal presente en el agua marina, unos 15 gramos por litro», lo que le acerca «peligrosamente» a las zonas de cría de la desembocadura.

En el bajo Guadalquivir tiene lugar un fenómeno natural conocido como ‘tapón salino’, «una barrera que se desplaza a lo largo de su cauce», que hace que «por encima de él», el agua sea «más dulce» y por debajo «más salobre», explica el experto.

«Cuando llueve mucho, el agua dulce de la cuenca empuja ese tapón salino hacia abajo» y, en ocasiones, «puede llegar a situarse prácticamente en la desembocadura del Guadalquivir». Este fenómeno «vuelve dulce todo el cauce del río», por lo que el siluro «tendría libertad para desplazarse por todo el Guadalquivir y asaltar Doñana».