Diseñado para aguantar largas caminatas, golpes y torsiones, la estructura del pie del perro de caza es compleja. Posee cuatro dedos en cada extremidad, más un quinto, más pequeño y corto, que varía en las extremidades posteriores según la raza. Están formados por varias falanges, colocadas y diseñadas para amortiguar y adherirse al terreno lo mejor posible.
Los perros son digitígrados: es decir, el apoyo de su cuerpo lo hacen sobre la punta de los dedos y sus falanges –los humanos somos plantígrados, ya que cargamos el peso sobre la planta o extensión de las falanges–.
Los dedos terminan en las uñas, que básicamente tienen la función de agarre al suelo –similar a los tacos de las botas de los futbolistas–. Los pulpejos o almohadillas son las zonas de contacto con el suelo. Están recubiertas por un tejido duro –para aguantar el roce y el desgaste– y rugoso –para favorecer el agarre–. Dentro de la almohadilla existe un tejido blando cuya función es amortiguar cada paso que da el animal.
Por último, una piel entre los dedos –los llamados espacios interdigitales– resulta útil en suelos bandos, como la arena o la nieve, al aumentar la superficie de contacto de la pata; a la hora de nadar cumplen la misma función que las membranas que los patos tienen entre los dedos. Además, están dotadas de las únicas glándulas sudoríparas que poseen estos animales, ya que los perros no sudan: eliminan el exceso de calor por el jadeo.
Tipos de lesiones
Las almohadillas están expuestas a varios tipos de lesiones. Una de las más frecuentes es porque se aspean, es decir, se dañan por un excesivo desgaste. Son como la suela de una bota, que si se usa demasiado se desgasta. Dos factores aceleran este desgaste. En primer lugar, la falta de ejercicio ‘ablanda’ estas almohadillas, un problema al que se enfrentan la mayoría de los perros de caza durante la época de veda.
El ejercicio, por el contrario, las endurece. Otro factor de importancia es el tipo de suelo donde se lleva a cabo el trabajo: los secos y ásperos, como los de principios de temporada, facilitan el desgaste –el asfalto y el hielo son los más dañinos–; los húmedos, por el contrario, son los menos perjudiciales. Al ser los más blandos, la erosión que se produce en la capa córnea de la almohadilla es mucho menor.
El ejercicio también puede producir roces en el tejido interdigital, irritándolo: es la denominada dermatitis interdigital, y tiene varios grados de afección, así como el riesgo de contaminación bacteriana. En casi todos los casos esta patología es dolorosa, y puede llegar a provocar en nuestro animal una acentuada cojera y una resistencia a practicar ejercicio.
Tratamientos
Otro problema frecuente son los derivados de cortes y heridas en diferentes zonas de la pata: el tratamiento es como el de una herida: desinfección y vendaje. El inconveniente es que, al tratarse de una zona en continuo contacto con el suelo, estos vendajes se ensucian con facilidad, lo que dificulta su curación.
Si el perro sufre una dermatitis interdigital o una erosión en uno de los tejidos de la pata debemos, en primer lugar, mantener el animal en reposo. Aplicaremos un desinfectante –povidona yodada– como medida de prevención y una pomada cicatrizante –como Blastoestimulina o Adofilm–. En caso de complicación por infección, complementaremos este tratamiento con un antibiótico o pediremos en la farmacia que nos preparen un ungüento con una base de lanolina, óxido de zinc –de acción cicatrizante–, povidona yodada y sufamida –nitrofurazona– que aplicaremos en la zona dañada varias veces al día.
Cuando uno de mis perros ha sufrido una herida de este tipo y he tenido que seguir cazando con él, algo que ha dado buenos resultados ha sido aplicarle este ungüento o la pomada vendándole la pata y reforzando el vendaje con cinta adhesiva de electricista o, mejor aún, con cinta americana –es más fuerte y flexible y aguanta mejor el roce de las caminatas–. Esto le permite sentirse cómodo y trabajar. Durante la jornada conviene revisar el vendaje, y si es necesario, reforzarlo de nuevo con algo más de cinta.