Migas es una gatita de tan solo tres semanas que ha llegado recientemente a casa. Nació en Badajoz y era una de las más pequeñas de su camada. Necesitaba un hogar y que alguien la sacara adelante a biberón y, aunque así pensábamos hacerlo, me preocupaba que a Dora, mi perra de caza de raza pointer, no le pareciera una buena idea.

El instinto de caza de mi perra provocaba que cada vez que viera un gato en la calle pegara un tirón de la correa y tratara de perseguirlo, como está acostumbrada a hacer con los conejos, por lo que presentarle a la nueva inquilina no se antojaba tarea fácil, o eso creía yo.

El primer día que se vieron evité que la perra alcanzara a la gata y, aunque tuvieron sus más y sus menos, la curiosidad reinó en aquella primera ‘cita’ y la confrontación no fue tan agresiva como presuponía. Dos días después los encuentros fueron mucho más afables hasta que una noche decidí dejarlas juntas ya que la gata, quería en todo momento tumbarse junto a Dora.

Un increíble instinto maternal

cazador con perro
La pointer Dora en una jornada de caza junto a su dueño, Eduardo Pompa, redactor de Jara y Sedal. © Ángel Vidal

Ya más confiado aquella noche dejé que ambas compartieran cama y fue precisamente en ese momento cuando la perra, nerviosa ante el maullido continuo de la gata, comenzó a mirarme insistentemente y a tratar de tumbarse buscando en mí la respuesta a sus dudas como ‘madre’ primeriza.

Dora nunca ha tenido cachorros, pero sí muchos embarazos psicológicos y hacía solo un mes que una infección de útero y ovarios nos obligó a tenerla que castrar de urgencia. Supuestamente, tras la intervención quirúrgica, era imposible o muy poco probable que pudiera amamantar a la gata, pero aquella noche comenzó a arrimarla con el hocico hacia sus mamas.

La gata, que sí sabía dónde tenía que agarrarse para sobrevivir, fue directa al grano y comenzó a tratar de mamar. Aunque fueron momentos enternecedores, decidimos minutos después separarlas, para que el pequeño felino no le hiciera daño a la perra. Nuestra sorpresa llegó al día siguiente cuando vimos que Dora, que se lamía insistentemente las mamas traseras, había comenzado a producir leche.

Dora en portada de la revista Jara y Sedal.

Perra de caza y gata, amigas inseparables

Tras unos días en que la gata tomó la leche de la perra, decidimos por consejo del veterinario optar por alimentarla con sus primeros alimentos sólidos. Había cumplido ya un mes y comenzó entonces el periodo de destete. Si bien la gatita ahora ya digiere perfectamente el pienso y no necesita del aporte de la leche de Dora, se han convertido en amigas inseparables.

Cada que vez que la gata se esconde, la perra trata de localizarla venteando como si fuera tras una perdiz y cuando lo consigue, con la pata la empuja o ladra para que comience una vez más el juego. Ahora sí puedo decir que un perro de caza y una gata, por qué no, pueden hacer muy buenas migas juntos.

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