Solo el que es cazador conoce el vínculo tan especial que se crea entre un padre y un hijo en torno a la caza. Tomar el testigo de la afición cinegética de tu progenitor, para entregárselo a tu hijo es uno de los actos más especiales y sagrados para la familia cazadora. Los momentos compartidos en el campo son vivencias de un valor sentimental incalculable que siempre permanecen en nuestro recuerdo. Por eso duele tanto cuando un padre cazador se marcha. Se echa de menos su presencia física, sus consejos, su sabiduría cinegética… pero nadie puede arrebatarnos su recuerdo.
Esta dura situación es la vivida por el cazador valenciano Cristian Hervás, de 36 años de edad y natural de la localidad de Ribarroja del Turia. Su padre, José Hervás Hernández, falleció el pasado 30 de octubre a los 75 años, y él ha querido rendirle homenaje con un tatuaje en el que aparecen ambos –Cristian de pequeño y su padre sosteniéndolo de la mano-, junto a la siguiente frase:
Él me enseñó despertar
Con los primeros albores
Fueron sus grandes pasiones
La caza y el flamenco
Y gracias a su talento
Son mías sus tradiciones
Seguirás estando conmigo
Cazaron juntos hasta el final
A José Hervás, padre de Cristian, le detectaron un cáncer a finales del pasado mes de septiembre y poco más de un mes después fallecía a consecuencia de la enfermedad. El día 12 de octubre Cristian aún pudo disfrutar con su padre de una última jornada cinegética en su coto La Garza, situado en el citado municipio valenciano. En éste, según nos cuenta Cristian, abundan las especies de caza menor como conejos, perdices o liebres.
«No sabíamos cómo iba a desarrollarse la enfermedad, por lo que decidimos disfrutar al máximo cada momento que nos quedase juntos y, aquel día, yo le hice a mi padre una promesa: tatuarme en la espalda una imagen en la que saliésemos juntos. Él lo vio bien y yo le dije que, de esa forma, no me abandonaría jamás», relata Cristian a Jara y Sedal.
Meses después, y tras el fallecimiento de su padre, Cristian se ha puesto manos a la obra para homenajearlo. Este es el resultado, obra de Inma Nieto.
Mil y una anécdotas cinegéticas junto a su padre
Visiblemente emocionado por el recuerdo de su padre, Cristian nos relata muchas anécdotas de las jornadas cinegéticas vividas junto a él. «Recuerdo cómo un día de zorzales, cuando yo tenía cinco años de edad, me quedé impactado al ver cómo abatía una pieza y aquel día decidí que ésta iba a ser mi gran pasión», confiesa Hervás.
También recuerda cómo le gustaban a su padre José las jornadas cinegéticas de caza de faisanes: «Siempre que podíamos, acudíamos a cazar faisanes; incluso una de las últimas veces en las que pude salir de caza con él, me acuerdo que mi perra se quedó de muestra y yo le dejé disparar, algo que le hizo muchísima ilusión», relata el joven valenciano. «Él me ha dejado sus pertenencias de caza y, a cambio, yo le llevaré para siempre en mí», concluye.
Otro precioso homenaje de un joven cazador a su abuelo
Javier Infantes Hidalgo –de 25 años–, natural de la localidad de Montellano, recibió un regalo muy especial hace unos años. Su abuelo, José Guzmán Serrano –de 78 años–, le regaló su vieja paralela del doce para que pudiese dar rienda suelta a la otra gran herencia que le ha dejado como legado: la pasión por la caza. A finales de 2019 Javier, para agradecérselo y homenajearlo, decidió tatuarse en el brazo una imagen que muestra el arma junto a las manos de su abuelo, que siempre le acompañará. Esta es su historia.