En un hallazgo que podría marcar un antes y un después en la conservación de aves rapaces, un equipo de veterinarios ha identificado una nueva especie de parásito en aves carroñeras, entre ellas el emblemático buitre negro (Aegypius monachus). El estudio, que forma parte de una investigación epidemiológica liderada por la Universidad Complutense de Madrid, se ha llevado a cabo en colaboración con centros de referencia como el Grefa y el Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de Torreferrussa.

El parásito, bautizado como Trichomonas gypaetinii, fue localizado en la cavidad orofaríngea de varias especies, entre ellas también el alimoche (Neophron percnopterus). Este descubrimiento no solo amplía el conocimiento científico sobre los parásitos que afectan a las aves necrófagas, sino que ofrece claves esenciales para comprender mejor su modo de transmisión, su impacto clínico y su papel en los ecosistemas.

El estudio forma parte del proyecto de conservación AQUILA a-LIFE, dentro del cual se analizaron muestras de ADN de 1.700 aves de 54 especies diferentes. Los investigadores compararon el genoma del nuevo parásito con el de otros genotipos ya conocidos, como Trichomonas gallinae, detectando diferencias significativas tanto genéticas como morfológicas.

Un enemigo silencioso para las rapaces

La tricomonosis, la enfermedad causada por estos protozoos, puede pasar desapercibida en sus fases iniciales, pero es capaz de generar lesiones graves e incluso provocar la muerte del ave. Según explica el equipo de la Universidad Complutense, «aunque puede pasar desapercibida si no presenta síntomas, puede provocar lesiones severas en el tracto digestivo superior e incluso extenderse a otros órganos, causando en algunos casos la muerte del ave».

Alimoche. © Shutterstock

La importancia de este descubrimiento radica en que rompe con la idea, hasta ahora predominante, de que T. gallinae era el único responsable de esta dolencia en aves salvajes. La identificación de T. gypaetinii permite abrir nuevas líneas de investigación centradas en su virulencia, ciclo de vida y capacidad de transmisión entre distintas especies.

Un genoma distinto y un metabolismo único

Las diferencias entre T. gypaetinii y su pariente más conocido no son menores. En las pruebas de laboratorio, los científicos observaron que este nuevo parásito no crecía adecuadamente en los medios de cultivo habituales, lo que sugiere un metabolismo distinto. Además, los trofozoítos —la forma activa del protozoo— mostraban un tamaño más reducido, aunque estas diferencias no se consideran determinantes en cuanto a su patogenicidad.

«En cuanto a su desarrollo, encontramos que T. gypaetinii no creció de forma óptima en los medios de cultivo empleados regularmente para el crecimiento de estos parásitos en el laboratorio, indicando un metabolismo diferente», apuntan los investigadores.

Estas particularidades podrían estar relacionadas con una adaptación evolutiva a hospedadores específicos, algo que se estudiará en futuras investigaciones.

Nuevos hospedadores, nuevas preguntas

El hallazgo no se limita solo a las aves analizadas en Torreferrussa. Investigaciones paralelas en Japón y en otras regiones de España también han detectado T. gypaetinii en especies como el pigargo europeo (Haliaeetus albicilla), el águila americana (Haliaeetus leucocephalus) y el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus).

Muestras positivas a Trichomonas spp. de los buitres analizados incluyendo a especies como Neophron percnopterus, Aegypius monachus y Gypaetus barbatus. © Universidad Complutense de Madrid

La inclusión del buitre negro y el alimoche en la lista de hospedadores confirma que este parásito está presente en algunas de las especies más amenazadas del continente. «El descubrimiento de esta nueva especie de tricomonádido sugiere que T. gallinae no es el único agente etiológico de la tricomonosis aviar», concluyen.

Para los expertos, el siguiente paso será estudiar el posible impacto clínico del nuevo parásito. Aunque por ahora las aves analizadas no han mostrado síntomas evidentes, no se descarta que pueda influir negativamente en individuos debilitados o en polluelos en desarrollo.

Clave para la conservación

Más allá del hallazgo científico, esta investigación pone de manifiesto la importancia de la vigilancia sanitaria en programas de conservación. La detección temprana de enfermedades infecciosas puede ser decisiva para el éxito de reintroducciones o la supervivencia de poblaciones vulnerables.

Los autores insisten en que este descubrimiento «destaca la necesidad de continuar con estudios sobre su impacto en la salud de las aves y su posible papel en la transmisión de la enfermedad». Conocer cómo actúa el parásito y su dinámica en la naturaleza permitirá diseñar estrategias más eficaces para proteger a estas especies emblemáticas.

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