Por Antonio Jiménez
Qué pena da, además de rabia, impotencia y desilusión. Con qué esmero y cariño se prepara una hucha para poder asistir a una montería de una orgánica de caché, una que se supone es de las mejores de España.
Y sí, efectivamente, a lo mejor es la montería más barata de su programa montero, pero para las personas que no podemos permitirnos el lujo de gastar hasta 4.000 euros por una de ellas, poder pagar un puesto de entre 700 y 1.000 euros en abierto ya es una auténtica oportunidad para ilusionarse. Cuando llegue ese día, te levantas por la mañana, la noche de antes casi la pasas sin dormir y por fin vas a cumplir el sueño de ir a una montería de un orgánico que has visto mil veces en la televisión.
Te haces 400 kilómetros y llegas a la junta y sorteo. Aún mantienes la ilusión en el cuerpo de saber que puede ser un gran día porque se supone que una montería de ese precio se puede prestar a tener buenas piezas. Y aunque la cacería no deja de ser en un simple barranco, cazas con una orgánica de postín.
Llegas a tu postura y ves que ese testero que te ha tocado no deja de ser un puesto en el cual no se ve nada, y encima no es un puesto de testero como tal, pero bueno, las ilusiones siguen intactas. Esperas esos primeros lances de la mañana, que tardan y tardan y tardan. Algo se empieza a torcer y tus ilusiones se desmoronan: ¿Será otro engaño?
Alguna que otra ladra suelta te vuelve a levantar el ánimo y, después de cinco horas de montería, todo se derrumba. Llegas a la junta de carnes y piensas «no habré tenido suerte», pero solo descubres ocho o nueve piezas. Amablemente, el orgánico viene a preguntar qué tal. Y le cuentas, muy educadamente, que ha sido un engaño por un día de 700 a 1.000 euros. Encima te intenta rebatir diciendo que qué quieres por ese precio, que se han cumplido las expectativas… Increíble.
Y todo eso sin saber el sacrificio que te ha costado a ti estar en esa montería. Claro, tú eres un mindundi comparado con la gente con la que se codea. Y todo eso, ¿por qué? Porque los precios de las monterías se han puesto solo al alcance de algunos, y cuando llegas a poder pagar esto te encuentras con semejante engaño, que sólo te hace desmontar tu ilusión por este deporte y pensar en abandonar.
Te sientes frustrado. Aunque para esa persona sea la más barata, no a todo el mundo nos cae el dinero del cielo ni tenemos trabajos donde cobrar 4.000 o 5.000 euros. Por suerte o por desgracia, en la caza un día estás arriba y, al siguiente, en el suelo. Y entonces a lo mejor sí se aprecia a clientes como yo, que nos gusta disfrutar de ésta y no verla como un auténtico negocio que solo se está poniendo al alcance de muy pocos en Andalucía, y donde hechos así no hacen que se genere afición.
Te sientes engañado y defraudado. Aun así soy un caballero y, por ahora, no diré el nombre de la orgánica.