Esto es la historia de una debilidad. Un homenaje a una gran podenca. Todo empezó cuando un buen amigo me dijo que tenía una muy buena perra, que si queríamos verla. La idea era que mi primo hiciese un trueque con mi amigo. La vimos y la verdad es que no fue muy bien la prueba. Era una perra nerviosa, muy nerviosa, algo acelerada y sensible a lo desconocido. A mi primo no le gusto; a mí, no del todo. Pero había algo especial en ella, algo diferente. Ese algo era un coraje inmenso, una valentía desmesurada y una fuerza extraordinaria. Así que fui yo y no mi primo quien hizo el trueque y se quedo con ella.

Cacé con ella esa temporada y la siguiente, y la siguiente, y la siguiente… y así casi durante una década. Y descubrí lo que poquísimos perros e incluso poquísimas personas poseen: voluntad, tesón y sacrificio. Me enamoré de su entrega, de su pasión por la caza y de su generosidad. Aprendí mucho, yo, y aquellos que pudieron disfrutarla.

Lógicamente quise descendencia y me puse manos a la obra. De su primer parto sobrevivió un solo cachorro macho que, siguiendo mis reglas, no se quedó en casa. En un segundo parto alumbro una parejita… ¡por fin una hembra hija suya! No creo haber criado otra cachorra con tanta ilusión. Y como dicen que los refranes trabajan… “de tal palo, tal astilla”. Incluso diría que la hija la supera. A las virtudes de su madre ha añadido las de su abuela paterna y ando encantado con semejante “monstruo”, que diría Rosario. Si la madre era mi debilidad, la hija se ha convertido en una pasión.  

Como no podía ser de otra manera, llegado el momento, decidí criar con la hija, y ésta, siguiendo la tradición de su madre, alumbro solo dos cachorros, pero creo que me conoce tanto, que por ello han sido dos hembras. Y como lo de los refranes es cierto… “quien bien te quiere, te hará llorar”; una de ellas ha muerto por un problema congénito sin solución alguna y la otra, anda peleando con una enfermedad que parece remitir. Lo está pasando mal y yo peor. Y si su abuela era mi debilidad y su madre es mi pasión, a ésta (la de la foto) ya no sé cómo catalogarla. Me tiene loco, la veo veinte veces al día, la hablo… me mira y mis debilidades crecen como la espuma.

No sé por qué cuento esto. Me ha salido de dentro como homenaje a una perra inolvidable que, después de doce años, dos meses y catorce días, ha dejado su recova llena de su voluntad, tesón y sacrificio. Y a su herencia; puesta en peligro por leyes absurdas que pretenden eliminar su perpetuidad.  

¡Nadie podrá impedirme seguir criando mis debilidades!