Muchos fueron el 20-M a Madrid pensando que acudían a una manifestación más, a otra protesta ante un nuevo ataque contra la caza hurdido por nuestro Gobierno central, el Gobierno más anticaza en la historia de nuestra democracia y el que más daño ha hecho al colectivo cinegético nacional, sembrando odio contra los cazadores españoles y fijando firmemente las bases para el diseño y ejecución de más ataques que recibirá en breve la caza en España. Sin embargo, los que tuvimos la suerte de organizar y coordinar el masivo desplazamiento a la capital –en mi caso desde Andalucía– sabíamos, desde muchos días antes, que el 20-M sería diferente, que se fraguaba la más importante manifestación de la caza en España.
Salvo contratiempo de última hora, éramos conscientes de que ese día íbamos a hacer historia en Madrid, que colapsaríamos la capital con la llegada de los casi 1.000 autobuses que las federaciones autonómicas de caza habíamos fletado, que cazadores de todos los pueblos de España se estaban organizando para movilizarse y que la afluencia iba a ser multitudinaria.
Y no sólo lo sabíamos nosotros. Nuestros políticos también eran conscientes y sabían de la magnitud de la protesta que se estaba fraguando. Por esta razón, y no por casualidad, algunos partidos políticos organizaron rápidamente numerosas reuniones con cazadores para desmotivarlos, mintieron a los cazadores diciendo que la ley animalista no perjudicaba a la caza y que las federaciones estábamos mintiendo acerca de los negativos efectos de citada ley.
Éxito sin precedentes
De nada sirvió. El 20-M fue un rotundo éxito de la caza a pesar de la escasa cobertura informativa que sufrimos por la cobardía de unos cuantos que rinden de manera permanente pleitesía al poder político. Con el paso de los meses estoy entendiendo y asimilando que el 20-M fue un hito histórico sin precedentes que ha sentado las bases para la lucha futura que nos espera a los cazadores. Pero el 20-M fue mucho más.
El 20-M fue un color, el naranja, el color de la caza en España, el que tiñó Madrid de orgullo y reivindicación y el que puso nombre a lo vivido en la capital del país ese día: la marea naranja, esa que ha venido para quedarse. El 20-M fue un sentimiento, fue un día de lágrimas y abrazos de felicidad. Fuimos felices en Madrid al ver unidos por una pasión a cientos de miles de hombres, mujeres y niños vestidos de naranja y gritando por nuestros derechos y libertades. Lucimos con orgullo nuestra condición de cazadores por la capital de España.
El 20-M fue fuerza de todo el colectivo cinegético nacional y, en especial, de las federaciones autonómicas de caza que aglutinaron y coordinaron el mayor desplazamiento de cazadores ese día, haciendo una apuesta institucional y económica sin precedentes en su historia.
El 20-M fue una certeza. Supimos y sabemos que somos un colectivo orgulloso, sacrificado y capaz de todo en defensa de nuestros derechos y libertades. El esfuerzo y sacrificio mostrados ese día por cazadores venidos desde todos los puntos de España revela la fortaleza de nuestro colectivo y su entrega en defensa de la caza española. El 20-M fue un rugido, un clamor, un grito pacífico que inundó Madrid y desde allí llegó a toda España, especialmente, donde tenía que llegar: al despacho de todos nuestros políticos, quienes entendieron que la caza en España está viva y dispuesta a luchar por sus intereses y por sus derechos.
El futuro
El 20-M es futuro, el futuro de la caza en España. La fuerza exhibida en Madrid nos ha permitido luchar en los despachos por nuestro presente y futuro más inmediato. Estamos logrando vencer las resistencias y obstáculos que van a permitirnos modificar el texto de la ley animalista para proteger la caza y los derechos y libertades de todos los cazadores españoles.