Hay una frase que dice que si algo funciona, no lo arregles. Parece obvia, de cajón, pero la estupidez humana es capaz de sortearla con asombrosa habilidad. El Gobierno de España acaba de anunciar que prohibirá la caza del lobo en septiembre. Para siempre. Hasta ahora, el lobo se ha controlado en aquellos lugares donde su presencia suponía un problema para los ganaderos. Esa política de control también se realiza en países como Francia o Alemania y ha demostrado funcionar: sus poblaciones se han disparado en toda España.

A pesar de ello, no contamos con un censo oficial que arroje una cifra actualizada. Es mejor contarlos después para que parezca que la mejora de la cifra real es fruto de la prohibición. El Gobierno ha adoptado esta decisión en una irresponsable ausencia de consenso y en contra del criterio de todas las comunidades que poseen lobos, de la casi totalidad de las asociaciones que tienen algo que ver con el mundo rural y de muchos científicos no subvencionados por las ONGs que se beneficiarán económicamente de esta decisión.

Las voces de los pequeños pueblos de Castilla, Asturias, Cantabria o Galicia quedan muy lejos de las calles de Madrid. Y parece que, ni aún acercándolas, quieren escucharlas. Prueba de ello es la concentración de ganaderos del pasado de 6 de junio a las puertas del MITECO: ningún cargo del Gobierno se tomó la molestia de acercarse para conocer sus reivindicaciones. Esa España que ellos mismos han bautizado como «vaciada» en su intento por dar a entender que ya no habita ningún alma en ellas, ha sido ignorada para que no enturbie ese márketing político que trata de convertir al lobo en votos.

Porque la especie ha sido convertida en bandera política. En un icono de ese buenismo ecologista en el que algunos disfrutan revolcándose demostrando un desprecio absoluto por ella y por los habitantes de los pueblos que comparten el pan de sus hijos con él. No puede haber conservación del lobo sin consenso social. Y ese consenso no lo lograrán los ecologistas cobrando dinero público por repartir folletos y dar conferencias que digan que el lobo es bueno.

Al lobo no lo matará la caza. Al lobo lo va a extinguir la estupidez política, los intereses de grupos subvencionados y el tremendo error de tomar a los habitantes que llenan la España rural por tontos.