«Vivir aquí, ser ganadero y que te salgan las cuentas se está convirtiendo en un infierno». Son palabras de Omar Fernández Méndez, de 38 años de edad y vecino de la localidad asturiana de San Pelayo. Aunque no se dedica en exclusiva a la ganadería, conoce a la perfección la profesión ya que tiene 30 ovejas y «sé lo que están pasando los ganaderos de la zona: esto es una auténtica ruina», afirma sobre los últimos ataques de lobo en la zona.

El último de ellos acaeció el pasado domingo, cuando un lobo mató una oveja a tan sólo cincuenta metros del pueblo. Una semana antes, otra manada de lobos mató once ovejas de un amigo de Omar, en una localidad cercana, poco después de haber matado otras siete en el mismo lugar. «Tener ovejas cada día es más inviable en Asturias no sólo por las infraestructuras que hay que tener, sino por todo este tipo de daños. Yo tengo ovejas por hobby, y a mí me cuestan dinero. Tengo una finca que, en lo que va de año, ha dado unos 3.000 euros de pérdidas. Se hace insostenible», denuncia. «Y la gente que vive de ello está hasta las narices del tema», añade.

«Dan ganas de decir que se deja todo, que se vuelva todo monte y que, cuando lleguen los incendios, se las apañen los que están dejando que el lobo nos ataque», se sigue lamentando Omar. «Vaya por delante que no tengo nada en contra del lobo, todo lo contrario, tiene que haber especies y no quiero que se extingan, pero sí que es verdad que yo tengo 38 años y hasta hace cuatro o cinco años no se veían tantos ejemplares como ahora», reconoce Fernández en declaraciones a Jara y Sedal.

Los ataques, acrecentados de cinco años a esta parte

Otra de las ovejas muertas junto al pueblo. / O.F.

San Pelayo está ubicado a cinco kilómetros de la costa, y desde cinco años a esta parte «esto se está convirtiendo en una cosa exagerada». Hace un lustro que a Omar le mataron la primera oveja preñada con crías y a un cordero de unas semanas, y desde entonces «es un continuo ataque a potros, a corderos, a ovejas… lo que llevamos este año es una cosa fuera de lo normal. Tanto es así, que la propia Consejería está abatiendo ejemplares», se lamenta.

Además, dice que tienen el hándicap de que un representante de la Consejería de Agricultura y Ganadería, cuando va a valorarle los daños, siempre les pone excusas para intentar no pagarle las piezas que el lobo le mata: «Me dice que si ha podido ser el perro del vecino, que si ha sido otra alimaña… y luego me venden como un favor los 150 euros que me pagan por dos ovejas. Por 150 euros no compras ni una».

Lobos en mitad de los pueblos de la zona

Omar sigue contando que cada día es más fácil ver lobos en mitad de los pueblos del la comarca: «Es verdad que ellos tienen un olfato muy agudo y son esquivos, pero es que los hemos visto no sólo por la noche, sino a las once de la mañana», denuncia.

«Si a los tremendos gastos que tiene un ganadero le unes los ataques de lobo, la solución es el cierre y, en consecuencia, la muerte del mundo rural», concluye Omar.

La misma denuncia, pero a tan sólo unos kilómetros de este lugar

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Ovejas, vacas e incluso potros comidos por los lobos durante el confinamiento. / J.L.F.

Hace unos días que José Luis Fernández Díaz, presidente de un coto de casi 300 cazadores del Concejo de Valdés (cuya capital es Luarca, en Asturias), denunció los ataques de lobos en medio de pueblos en Jara y Sedal.

«El confinamiento ha ayudado bastante a que el lobo haya campado a sus anchas durante estas semanas. La gente no podía salir de sus casas y, lógicamente, el lobo se veía libre para poder hacer lo que quisiera y seguir atacando a animales domésticos y silvestres», afirmaba a este medio mientras mostraba la imagen de un corzo comido totalmente por el lobo esta semana.

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