Durante décadas, el lince ibérico fue considerado un animal casi mítico, una sombra en los montes de Sierra Morena que desaparecía sin dejar rastro. Hoy, tras una recuperación sin precedentes, su papel en los ecosistemas mediterráneos vuelve a ser objeto de atención. Y no solo por su valor ecológico, sino también por su inesperado beneficio para la fauna cinegética.

Fernando Álvarez de Sotomayor, creador de Jara y Sedal, lo sabe bien. En uno de sus artículos relató una escena que cambió su percepción del felino: un lince atacando a un zorro en una finca de Ciudad Real. «Siempre pensé que eran los perros los que iban detrás de los gatos… no al revés», escribió. Aquella experiencia lo llevó a reflexionar sobre un animal que, lejos de competir con los cazadores, podría ser su mejor aliado.

El depredador que devuelve el equilibrio

Sotomayor recuerda cómo en su juventud fue testigo del declive del lince ibérico en fincas como El Palomar. «En el transcurso de un año en aquellos riscos se dejó de ver un solo ejemplar», rememora. Según los viejos guardas, una enfermedad fue la responsable de su desaparición. Con él se rompió un equilibrio natural que solo décadas después empezaría a recuperarse.

Lince ibérico. © Shutterstock

Con la vuelta del lince, muchos cazadores han observado un fenómeno sorprendente: donde aparece este felino, disminuyen los zorros, meloncillos y otros predadores oportunistas. «Donde hay linces no hay zorros», le decía su amigo Luisón, guarda mayor de aquella finca manchega. Al principio, Fernando dudaba. Pero años después, sentado en una espera al jabalí, comprobó con sus propios ojos cómo un lince arremetía contra un raposo. No le quedaron dudas: el viejo Luisón tenía razón.

En las fincas donde el lince se asienta, explica, las poblaciones de conejos y perdices se estabilizan y los pequeños carnívoros se mantienen a raya. «Amigo cazador, si una pareja de linces elige tu coto te habrá tocado la lotería», concluye. Para él, el lince es «el perfecto alimañero».

Un estudio lo confirma: más perdices y conejos, menos depredadores

La observación de Sotomayor encuentra ahora respaldo científico. Una investigación desarrollada en el sur de Portugal, con participación de la Fundación Artemisan, ha demostrado que los cotos donde habita el lince ibérico registran mayores densidades de perdiz roja y conejo, y una notable reducción de zorros, meloncillos y gatos asilvestrados.

El estudio, publicado en la Journal of Nature Conservation, analizó cuatro cotos del entorno de Mértola: dos con presencia de linces reproductores y dos sin ella. Los resultados fueron claros: en los primeros, las perdices eran hasta cinco veces más abundantes, y los conejos, base alimenticia del felino, mucho más frecuentes.

© Fundación Artemisan

José Antonio Torres, investigador de Fundación Artemisan, lo resume así: «Este estudio es una prueba más de que el lince no es un problema para los cazadores, sino que es un auténtico aliado que está ayudando a la recuperación de especies de caza menor, como la perdiz roja y el conejo».

Un modelo que puede consolidarse en España

Los autores del trabajo subrayan que el caso portugués es extrapolable a España, donde el lince se ha recuperado de manera extraordinaria en regiones como Andalucía, Castilla-La Mancha o Extremadura. La convivencia entre conservación y gestión cinegética parece abrir un nuevo horizonte: el del lince como herramienta natural para la recuperación de la fauna menor.

Fernando Sotomayor lo adelantó hace años, sin datos científicos pero con la experiencia de toda una vida en el campo: «El lince ibérico es el mejor aliado de los cazadores para controlar depredadores». El tiempo, y la ciencia, parecen haberle dado la razón.

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