23/10/2018 | Manuel Gallardo Casado – Vicepresidente de la Federación Extremeña de Caza. 
Cuando muere un niño, sea por la causa que sea y hay alguien que se alegra, es un acto tan despreciable que ni siquiera encuentro palabras para definirlo. Un chiquillo de 13 años muere por un disparo accidental y su muerte sirve de regocijo y alegría a unos peligrosos ejemplares de homínidos.
Internet y las redes sociales son sin duda alguna una oportunidad y han abierto un nuevo horizonte en la información y en la comunicación, pero también se han convertido en el lugar elegido, seguro que por la impunidad que ofrece el anonimato, por aquellos y aquellas de espíritu ruin y mezquino, de corazón oscuro y lleno de odio para expresar sus vilezas.
El artículo 510 del Código Penal define como delito el fomento, promoción o incitación directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra las personas, previendo el supuesto de si se realiza a través de Internet por motivos racistas, antisemitas, ideología, religión o creencia, situación familiar, la pertenencia a una etnia, raza o nación, su origen nacional, sexo, orientación o identidad sexual, razones de género, enfermedad o discapacidad.
Parece evidente que el Código Penal se ha quedado corto, dejando fuera a cualquier grupo que por su actividad, dentro de la legalidad, pueda ser víctima de furibundos mensajes de odio, hostilidad, discriminación y violencia, como esta ocurriendo con el colectivo cazador.
Según la organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), el delito de odio es un acto criminal cometido por una razón de prejuicio. Justo las razones que parece que guían a los que se alegran de la muerte de un niño por el hecho de estar cazando.
Una sociedad civilizada y democrática, no puede permitir que estos hechos ocurran impunemente y sobre todo, no puede permanecer impasible frente a estas conductas. Ya es hora de intervenir.