El mes pasado el Gobierno presentó la Estrategia Nacional de Gestión Cinegética. Se trata de un texto ilusionante en el que se reconoce la importancia de la caza a nivel social, económico y medioambiental y que pretende potenciarla. Sería una gran noticia para los cazadores… si no fuera porque, de momento, es sólo eso: una ilusión. Un brindis al sol en un contexto de manifestaciones y descontento generalizado por parte del mundo rural. Un gesto del Ejecutivo para hacernos creer que escucha al sector y nuestras demandas. Por eso no cuenta con un presupuesto para ejecutarla y ni tan siquiera será de obligada adopción por parte de la comunidades cuando salga adelante. Por eso su aprobación tratará de vincularse al 20M… y no servirá para nada.
Lo que sí que ha servido es la prohibición de cazar en parques nacionales ejecutada por este mismo Gobierno durante su mandato. También la prohibición de cazar tórtolas o lobos. Y la prohibición totalmente ideológica del silvestrismo. O sus esfuerzos por ayudar a que la perdiz roja y el conejo de monte sean consideradas especies amenazadas y dejen de cazarse. También sus intervenciones para que Europa prohíba el uso de la munición de plomo.
Lo que también servirá para algo es la Ley de Derechos de los Animales que quiere disfrazar de progresismo los ataques ideológicos de un movimiento radical, cuyo articulado sólo sirve a dos objetivos: subvencionar al animalismo y atacar a la caza con medidas más propias de un estado dictatorial. Tampoco hay que olvidar la reforma del Código Penal puesta en marcha por el mismo Gobierno, que quiere extender la protección de los animales domésticos a los salvajes, lo que supondrá el final de la caza y la pesca.
Por tanto, sería estúpido pensar que la Estrategia Nacional de Gestión Cinegética, que sólo es humo, va a salvar la caza en España. La verdadera estrategia es seguir tomándonos por tontos mientras pasan nuestros derechos, uno a uno, a cuchillo. Por eso el 20 de marzo todos debemos acudir a Madrid a hacer que nuestro grito se escuche y a exigir soluciones reales, no propuestas que son un simple engañabobos. No hay otro camino.