El comedero, ubicado en un coto de caza, aportaba alimento a la fauna salvaje en épocas de escasez y cría. Los daños están valorados en 23.700 euros.
10/4/2018 | Redacción JyS
Las agresiones animalistas no cesan y poco a poco se van convirtiendo en un problema serio para la sociedad. Este tipo de radicales, cada vez más animado por la impunidad que ofrece el ecoterrorismo –en España no se condena como tal– lanzan ataques físicos contra los bienes de aquellos que piensan diferente y practican actividades que sus creencias intentan prohibir. Aunque eso perjudique a la fauna. El caso ocurrido en un coto de caza de la zona alta de San Andrés, en Santa Cruz de Tenerife, es el último ejemplo de hasta dónde llega este problema.
El pasado martes, 3 de abril, se celebró la primera sesión del juicio a dos jóvenes acusados de dañar el estanque de un coto de caza en Tenerife. Ambos negaron que fueran los autores de los daños, valorados ahora en 23.700 euros. Además manifestaron que acudieron al lugar en busca de unos supuestos perros usados en peleas clandestinas. Sin embargo, sus declaraciones no concuerdan con los testigos que declararon en el juicio.
Fue el guarda rural de Anaga quien dio la voz de alarma cuando, al observar los hechos con sus prismáticos, avisó a los socios del colectivo de cazadores del coto y a la Policía Local. El vigilante oyó ruidos en el valle y buscó de dónde venían con sus binoculares. En la parte alta, conocida como ‘pista militar’, vio a una persona que daba golpes con una maza en las paredes de un estanque mientras otro destrozaba la cubierta.
Cuando terminaron se dirigieron hasta un Opel Corsa negro. Mientras que los acusados se quitaban algunas prendas, llegaron hasta el vehículo dos socios del coto de caza, quienes lo siguieron y apuntaron su matrícula. Los dos implicados circularon por la autovía de San Andrés y fueron interceptados en Valleseco.
Tras su detención, el guarda pidió a los agentes que miraran en el maletero, donde los funcionarios encontraron un pasamontañas y la maza con signos de haber sido usada recientemente con restos de material igual al del estanque. Al respecto, la línea de la defensa lo desmintió afirmando que la maceta estaba en el maletero de uno de los acusados porque se dedica a la construcción y se la llevó para usarla en su trabajo al encontrársela tirada en el estanque.
Destrozaron un comedero que alimentaba a fauna salvaje
Pese a que, según los imputados, el fin era recuperar a unos perros destinados a peleas clandestinas, los cazadores negaron que en el estanque hubiera ningún perro y aclararon que una vez a la semana llevaban comida para los conejos y perdices que criaban allí. Poco pareció importarle al otro activista esta declaración puesto que no cesó en alegar que se cayó en el antiguo depósito cuando buscaba a un presa canario que le robaron hace tres años en Adeje.
En la instrucción del caso se incluyó un vídeo de los daños. Según consta en el expediente, esa grabación fue presuntamente hecha por el animalista Cristo Gil. La abogada defensora de Gil declaró que éste recibió el vídeo y lo subió a las redes nueve días después de que se lo enviara una persona de la que no quiso desvelar su identidad.
Durante el juicio la titular del Juzgado de lo Penal número 5 tuvo que aclarar que la cita era por los daños causados en un bien privado ya que los acusados hacían hincapié en que el motivo de su presencia en el lugar fue para salvar a perros usados en peleas. El presupuesto estimado para reparar el estanque asciende hasta casi los 24.000 euros y fue un perito el encargado de detallarlo a la abogada defensora.
Como ya anunciamos en jaraysedal.es, los movimientos ecoterroristas llevan a un extremo radical la defensa de los animales. En esta ocasión fue la sociedad de cazadores y la propia fauna salvaje que acudía a beber a la balsa las que sufrieron finalmente las consecuencias.