Con la llegada del verano, inexorablemente, aparecen los incendios. El fuego siempre es percibido como un drama, especialmente en el mundo rural, que siempre es víctima de él. La posibilidad de que se desencadene en aquellos montes de los que hacemos uso, ya sea para trabajar o para cazar, es un temor que siempre está presente, especialmente durante las olas de calor. Por eso, ante noticias como la del incendio de Ávila que estos días ha calcinado al menos 22.000 hectáreas, son muchos los cazadores que se hacen esta pregunta: ¿qué pasa si se quema mi coto?

Para dar respuesta a esta pregunta y aclarar cuál sería el escenario que nos encontraríamos hemos contactado con diferentes personas. En primer lugar, con José Miguel Montoya Oliver, doctor Ingeniero de Montes y profesor titular de la Universidad Politécnica de Madrid y miembro del Comité Científico de la Red de Investigación en Sostenibilidad (Common Ground Research Networks. University of Illinois, Chicago). Él es uno de los mayores expertos de nuestro país en materia de incendios y de gestión cinegética. Además, hemos contactado con tres cazadores que sufrieron incendios en temporadas pasadas para conocer su experiencia y cómo han evolucionado sus cotos tras el paso de las llamas.

¿Cómo actúa la fauna de un coto cuando hay un incendio?

La primera premisa que Montoya Oliver nos deja clara es que «cada incendio es un mundo, cualquier generalización es errónea. Por eso toda la literatura en incendios es pobre, porque los distintos autores se refieren sólo a un caso. No hay generalización posible». Aunque el instinto natural de todos los animales es huir del fuego para ponerse a salvo, huyendo hacia las fincas cercanas, en los incendios se pueden dar situaciones inverosímiles.

El doctor nos explica que en una ocasión, participando en un operativo contra un incendio en una zona de Tojares (Galicia) «los conejos huían del fuego hasta que se encontraban con nosotros. Entonces daban la media vuelta… y morían quemados. Conclusión: tienen más miedo al hombre que al fuego». En otra ocasión, en Gerona, presenció cómo dos torcaces volaban hacia una zona de pinos que estaba ardiendo: «Imagino que trataban de acudir al rescate de los pichones que estaban en el nido, cuando de pronto una llamarada las dejó secas, las abrasó». En otra ocasión, en un incendio en Lanjarón (Granada) «las cabras monteses tomaron una decisión realmente inteligente: seguirnos a las 20 o 30 personas que estábamos trabajando en el terreno», recuerda Montoya Oliver.

Un bombero durante un incendio forestal en Galicia. ©Shutterstock
Un bombero durante un incendio forestal en Galicia. ©Shutterstock

¿Cuánto tarda la fauna en regresar a una zona quemada por el fuego?

Tal y como explica José Miguel Montoya, la fauna tarda en regresar «lo que tarde en brotar el verde». Esto comienza a suceder a los pocos días del incendio. A la semana estos brotes empiezan a verdear, y es el primer alimento que puede encontrar la fauna. «Basta un poco de agua, de humedad, para que regresen los animales», explica. Como curiosidad, el profesor de la Politécnica añade que casi todas las zonas que se han quemado suelen tener bastante caza menor dos o tres años después: «¿Por qué? Sencillo. Porque el pasto del que se alimentan es tierno y tiene mayores niveles de nutrientes. Es la razón por la que los pastores antiguamente quemaban los montes, para regenerar el suelo tener pasto para sus animales. Además, se reduce el número de parásitos, garrapatas… Eso sí, siempre hablando de incendios de extensiones pequeñas o en los que hayan sobrevivido islas con puntos de humedad, roquedales… que no han ardido. Las especies de caza mayor hace lo mismo, vuelve enseguida si dispone de manchas que no se han quemado del todo y en las que puede encamarse y encontrar comida».

Juan José Pérez Redondo, miembro de la Sociedad de Ibahernando, en la provincia de Cáceres, corrobora a Jara y Sedal las palabras de Montoya Oliver. Hace cinco años vio cómo el fuego calcinaba unas 1.500 hectáreas de su coto de caza, en el que que predomina el terreno llano, sin monte, y de secano. Recuerda que tras el incendio «se veían liebres totalmente desorientadas, codornices… y aves rapaces como milanos aprovecharon la ocasión». Lo que hicieron fue no cazar en esa zona hasta que no se recuperó totalmente, algo que tardó solo un año. Afortunadamente la zona contaba con muchas charcas y eso ayudó a que se hidratase el lugar: «Hoy la fauna de caza menor está recuperada totalmente».

¿Cuándo se regenera la vegetación?

La fauna mediterránea, al igual que la vegetación, tiene ‘prevista’ la convivencia con los incendios. «Es cierto que puede parecer un auténtico desastre, y lo es, sobre todo en un primer momento, pero es algo que cicatriza muy deprisa. Hay especies vegetales que reviven inmediatamente, y otras protegidas que el fuego les permite pasar de estar prácticamente extinguidas a repoblarse ellas mismas. El arbolado también se pueden ver favorecido. La capacidad de adaptación de la naturaleza es increíble», explica Montoya Oliver.

José Antonio García es secretario de la Sociedad de Cazadores de Trujillo (Cáceres). Allí, hace unas seis temporadas, se quemaron 700 hectáreas de terreno llano. El incendio se originó por causas desconocidas, y actuaron hidroaviones y múltiples dotaciones de bomberos para apagar el fuego. Un año después, la zona estaba totalmente recuperada. «Llevamos agua y alimento a la fauna. Lo bueno es que había bastantes charcas por la zona y gracias a ello se fue recuperando muy bien el lugar. También fumigamos los vivares para los conejos, aunque había quedado bien desinfectado con el fuego», recuerda. En pocos meses las perdices, conejos y liebres ya estaban de nuevo en la zona gracias a la vegetación y a la temporada siguiente pudieron cazar con normalidad.

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¿Cuánto tiempo debo estar sin cazar en un coto quemado?

Es una cuestión que depende de la legislación de caza comunidad autónoma. En el caso de Castilla y León, el artículo 92 de la Ley 3/2009, de 6 de abril, de montes de Castilla y León establece que «los aprovechamientos ganaderos y cinegéticos en los montes que hayan sido objeto de un incendio quedarán suspendidos de manera automática y sin derecho a compensación durante un período de cinco años en los terrenos afectados. No obstante lo anterior, la consejería competente en materia de montes podrá autorizar el levantamiento de dicha suspensión cuando se acredite la compatibilidad de los aprovechamientos con la regeneración del monte incendiado y con la restauración del hábitat y supervivencia de las especies de flora y fauna silvestre». Esta comunidad es una de las más duras con esta medida, y contrasta con los tres años que impone Galicia, las dos de Andalucía o el año de vedado que fija la Comunidad Valenciana.

Para José Miguel Montoya Oliver limitaciones como la de Galicia o Castilla y León son un disparate: «Entendería una veda de uno o dos años para esperar a que la fauna se rehaga de las bajas sufridas, y al segundo o tercer año, empezar ya a cazar. No entiendo que no se pueda cazar durante muchos años después de un incendio por la presunción de culpabilidad que se atribuye a los cazadores, pero es que tampoco lo entendería si fuera cierto que han sido los culpables».

¿Es posible reclamar los daños económicos por los recursos cinegéticos perdidos?

Se trata de una pregunta muy complicada, según Montoya Oliver: «En primer lugar porque sería difícil cuantificar las pérdidas. Y segundo, ¿a quién reclamar?».

¿Qué medidas debemos llevar a cabo los cazadores para recuperar nuestro coto después de un incendio?

Montoya Oliver insiste en que la recuperación será natural, pero subraya que, «desde luego, la primera prioridad es muy evidente: el agua. Si alguien me pregunta le diría que llevase agua, limpiase algunas fuentes, recuperase unas albercas… Está claro que podemos aprovechar la madera caída para levantar majanos, por ejemplo, pero no aconsejo gastar mucho dinero. Los animales tienen mucha más defensa de la que creemos». «Otra alternativa sería aportar alimento, sobre todo en el caso de la caza mayor, pero bastaría con ayudarles durante los dos primeros meses. En poco tiempo, tendrán mucha comida, y de calidad, en el monte», concluye.

Precisamente eso fue lo que hizo Juan Luis Esquina, cazador natural de la localidad onubense de Almonaster la Real, y su sociedad, después de que 4.000 hectáreas fueran calcinadas por el fuego: «Llevamos víveres a los animales después del incendio. Lo bueno que tenemos es que hay bastantes pantanos alrededor y los animales se acercaban a beber, por lo que intensificamos el transporte de alimento al lugar. Además de grano, le pusimos paja. Hubo también muchos agricultores que nos ofrecieron melones que estaban pasados para echárselos… y ha sido clave no tocar el campo en el periodo de nidificación». Este coto permanecerá un año más en reserva. Después, podrán volver a cazar.

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