En las últimas horas las imágenes del cadáver de un perro ensangrentado por el supuesto ataque de un lobo han revolucionado las redes sociales. Los cazadores se preguntaban si era cierto. Jara y Sedal ha contactado con el dueño del can y con la veterinaria que le practicó una necropsia para conocer qué ocurrió realmente.

3/9/2019 | Redacción JyS

Imágenes de la perra muerta poco después de ser encontrada por el cazador. / I. L.

Tres instantáneas de un setter muerto con el lomo desgarrado y el cuello ensangrentado inundaron ayer las redes. Los cazadores las compartían a través de sus teléfonos móviles junto al mensaje: «El lobo ayer en Lora (Burgos)». La ‘noticia’ se propagaba a lo largo y ancho de nuestra geografía ante la posibilidad de que un lobo hubiera matado el pasado fin de semana al perro de un cazador vizcaíno en las cercanías de la localidad burgalesa de Lora mientras cazaba codornices. Aunque en un primer momento Jara y Sedal no pudo contrastar la información, esta mañana ha hablado con Íñigo Luaces Cortabitarte, el dueño del perro, quien confirma que se trata del ataque de un lobo.

Íñigo es un cazador de Getxo (Vizcaya) que tiene sus perros de caza en una finca en Sondica, un pueblo cercano. El pasado sábado se encontraba cazando codornices con Laika –la setter de nueve años que aparece en las fotos– y otros perros, en unos terrenos de Lora. A las 12 del mediodía se dispuso a cazar en un páramo en el que un compañero había estado al inicio de la jornada porque, según le había dicho «quedaban todavía codornices».

«Estaba cazando en un paramito a la orilla de un pueblillo abandonado cercano a Lora», nos cuenta el cazador. «Subí con dos perras que solo habían cazado un par de horas por la mañana y estaban frescas. Les puse el GPS porque alguna vez se han marchado detrás de los corzos y no quería perderlas», añade.

Nada más salir del coche el cazador relata que las perras «se alejaron 300 metros» y el GPS le marcaba como que paraban y volvían a correr en dirección contraria a Íñigo. Como hay algún bando de perdices y algún corzo en la zona, achacó a esa circunstancia el extraño comportamiento. «Entonces pegué un tiro al aire con la esperanza que volvieran al escucharlo. Poco después vino la jovencita, Sori, nerviosa y muy asustada, tanto que se volvió al coche. Fue curioso porque después el GPS me marcaba la otra perra como sin cobertura», explica a este medio Luaces.

Como Laika no regresaba, el cazador decidió entonces ir al coche y guardar a Sori -aterrada- para buscar después a la otra perra. En ese momento volvió emitir señal el collar de la setter. «Me marcaba que estaba parada a 600 metros y fui hacia el lugar a ver qué había sucedido», explica Luaces. «Cuando llegué a la vaguada donde me marcaba el GPS me asomé y vi salir al lobo. Salió andando y se paró en la ladera de enfrente mirándome. No era un perro, era un lobo», insiste el cazador sobre el cánido que minutos antes había matado a su perra.

«Bajé corriendo y ya la vi muerta. La había arrastrado hasta unos espinos y la tenía a la sombra para comerla ya», explica el cazador sobre la espantosa situación. Instantes después acudió con el cuerpo sin vida de la perra al veterinario. «Bajé a la Clínica Tartanga, de Erandio, para que constase en un informe». Una vez allí Arantxa Gorrotxategui, la veterinaria que hizo la necropsia a Laika, cuando vio las mordeduras que tenía, dijo a Íñigo: «Esto ha sido un lobo», recuerda el cazador.

«De un mordisco había seccionado la yugular»

Íñigo asegura que las heridas provocadas por el lobo eran terribles: «¡donde había clavado los colmillos entraba un dedo!». Por su parte, la veterinaria que realizó la necropsia, ha afirmado a Jara y Sedal que «la mordida es como la que hacen los lobos». «De un mordisco había seccionado la yugular y tenía mucho traumatismo cervical», explica sobre las lesiones que advirtió en el cuerpo sin vida de Laika. Según indica la experta, el cánido «había mordido en el hombro y había atravesado la escápula». La otra mordida fue en la columna. En esta, el depredador «desgarra y perfora pulmón, columna y abdomen», sostiene Gorrotxategui. «Arrancó piel de un mordisco de unos 15 centímetros. Tenía poca sangre en la zona del lomo, por lo que creo que la primera mordida fue la del cuello», finaliza la especialista, dejando claro que el ataque es perfectamente compatible con el de un lobo.

Un lobo fotografiado en la misma zona y otros ataques a perros

Lobo fotografiado este verano en la misma zona donde ocurrió el incidente. / I. L.

Por último, el cazador despide a este medio explicando que se enfrentan a un buen problema y que días antes en el mismo sitio un amigo fotografió a un lobo –en la imagen superior–. Según dice, el cánido lleva tiempo comiendo perros de caza mayor por la zona, lo que ha provocado que muchos cazadores dejen de ir allí por miedo a perder a sus perros: «Ahora tenemos miedo porque se han picado a los perros. Ya han matado varios más en batidas. Lo peor de todo es que un día vamos a tener una desgracia, como ataquen a un crío. Además, para remate, ahora no se puede cazar, por lo que no hay manera de controlar a estos ejemplares. Esto es muy negativo, tanto para la gente de los pueblos como para la propia especie», concluye.