En cierta montería me tocó en suerte en un postura cercana a la suelta de tres rehalas. No transcurrió mucho tiempo cuando empecé a escuchar a un puntero latir a parado. Al poco eran cuatro perros los que estaban liados con el jabalí. Se encontraban relativamente cerca y pude escuchar a uno de ellos lamentándose, sin duda, de algún arreón del cochino. No me aventuré a entrarle con el cuchillo, pues tenía a mi teckel en el puesto y no lo quería dejar solo: las rehalas estaban muy cerca y si daban con él lo podrían cobrar en un abrir y cerrar de ojos.

Finalmente los perreros consiguieron llegar al lugar de la frenética batalla y hacerse con él: se trataba de un macho extraordinario que resultó ser medalla de oro.

¿Cómo se comportan los grandes jabalíes en la mancha?

Muchas veces me he arrepentido de no haber dejado ese día el perro en el coche, pero creo que la decisión que tomé fue la adecuada: más vale tu compañero a salvo que todos los oros del mundo. Lo cierto es que los lances con macarenos en montería, si se me permite la exageración, podrían contarse con los dedos de una mano.

Miles son las que, junto a ganchos y batidas, se celebran todos los años en nuestro territorio y miles los cochinos abatidos en ellas. Sin embargo, el porcentaje de grandes machos derribados por el tiro de un montero es increíblemente bajo –siempre que estemos hablando de terrenos abiertos, no de fincas cercadas–. ¿Cuál es la razón? ¿Cómo se comportan los grandes machos que se ocultan en la mancha? No podría decir cuál es exactamente el motivo, pero lo cierto es que algo tendrán los montunos que consiguen llegar a viejos, pues seguro que a lo largo de su longeva vida han tenido más de un encontronazo con el hombre. 

Más astutos que un zorro

Hablamos de esos cochinos que han sabido salir airosos de cien batallas y que la mayoría de las veces mueren en lo más profundo del monte dejando sus querencias impregnadas por su presencia, como un fantasma que nunca dejamos de perseguir. Estamos ante animales de gran astucia, como podemos comprobar por su comportamiento en las monterías.

Muchos de estos viejos colmilludos, en cuanto se percatan de que el tránsito de coches por la finca es mayor de lo habitual, abandonan sus encames y salen de la mancha antes de que esté cercada totalmente por los monteros. Si la zona que se va montear está cargada de guarros el viejo macho, imperturbable, esperará paciente el paso de los perros que se entretendrán corriendo a cochinetes, hembras y algún que otro joven macho.

Si alguno de los perros da con él, marcándolo a parado, permanecerá impasible, sin moverse, seguro de su superioridad. Sólo si llegan más adversarios se levantará del encame y buscará algún congénere para poder despistar a sus perseguidores.

Sigiloso como un fantasma

A este tipo de jabalí pocas veces se le ve siendo hostigado por los perros, sino solo, caminando lentamente, cogiendo aire, parándose casi siempre detrás de una jara o de algo que le sirva para ocultarse. Es como un general experto en medir el ritmo de su retirada sin cometer errores. Cuando llega a un camino o cortafuegos y se ve forzado a cruzarlo, mete riñones y alcanza el otro lado como una exhalación.

El montero tiene que estar siempre en alerta si quiere tener una oportunidad de abatirlo. Es curioso cómo un animal que puede superar los 100 kilogramos de peso es capaz de presentarse a escasos metros de nuestro puesto en el más absoluto de los sigilos, haciendo larguísimas paradas para aguzar el oído. Al mínimo ruido dará la vuelta para buscar otra vía de escape más segura. 

En aquellas manchas muy cargadas de jabalíes, en las que los resultados de piezas abatidas son buenos, se suelen abatir pocos guarros grandes, pues las circunstancias son propicias para estos resabiados cochinos. Sin embargo, en las zonas donde su densidad es baja las posibilidades de dar con un buen macareno se multiplican exponencialmente, pues si los perros dan con ellos no tendrá más remedio que presentar batalla y a romper a las posturas.

Dos muleros recogiendo un gran jabalí abatido por los rehaleros. © Innova Ediciones
Dos muleros recogiendo un gran jabalí abatido por los rehaleros. © Innova Ediciones

Aguantan hasta el final en sus encames

¿Cuántas veces nos han contado nuestros colegas monteros que, desarmando la cacería, por delante de su coche se ha cruzado un guarro enorme? De hecho, muchos de ellos, conociendo las costumbre de los jabalíes más experimentados, esperan pacientemente en el puesto a que las rehalas sean recogidas, tratando de cortar el paso de los verracos en su huida.

¿Cómo entrar a un agarre con un gran jabalí?

Por regla general, estos cochinos prefieren morir en las fauces de los perros y por el cuchillo del perrero antes que dar la jeta en los puestos: por esta razón los mejores cochinos de las monterías se lo suelen llevar los rehaleros o los monteros que se lanzan al agarre si éste se produce cerca de su postura.

Eso sí, quien se atreva debe conocer unas pautas, como entrar en silencio y con el aire en contra para no ser detectado por el jabalí, que es totalmente consciente de que el verdadero peligro viene de la mano del hombre. Dichos agarres suelen ser muchas veces traumáticos para el rehalero, pues puede ver herir a sus perros ,que además suelen ser los mejores y más valientes. Por esta razón el montero tiene la obligación de acudir al agarre si se produce cerca de su puesto, pero siempre con el cuchillo en la mano y el rifle en el puesto.