El cazador valenciano Gabriel Claumarchirant Gómez, natural de la localidad de Anna, abatió a inicios del mes de junio en el coto social del municipio de Enguera un tremendo jabalí tras una apasionante noche de aguardo, pero esta historia de caza se remonta meses atrás.
«Todo comenzó el 6 de enero cuando cazaba con los amigos un gancho por aquella zona», comienza explicando el joven a Jara y Sedal. «Aquel día, cuando alcanzábamos la mitad de la jornada, me coloqué en un puesto desde el que las grandes vistas hicieron que apareciese en mi retícula aquel grandioso animal», relata.
«Un ligero ruido puso en alerta todos mis sentidos y mirando entre tanta maleza lo vi: era un animal de buen porte que sacaba mucha ventaja a los perros que venían cazando ladera abajo. Intenté localizarlo entre aquel montón de matorral pero el sabio jabalí, jugando en su territorio, se escurrió sin dar ni siquiera opción de disparo», recuerda.
A partir de ese día comenzó la búsqueda de ese gran animal al que Gabriel quería dar caza de la forma más justa posible, en un cara a cara, en su territorio y durante la noche. «Preparé el puesto tras revisar toda aquella zona, pensando por dónde podría venir, los aires del lugar, y controlando los animales que podrían delatar mi presencia en la zona durante el aguardo. Me decidí por un punto alto, rodeado de monte y con un pequeño campo de siembra en el centro», explica el cazador.
El jabalí ya le entra al puesto… pero llega el coronavirus
Gabriel sabía que la zona era muy querenciosa y que era posible que acudieran a ese lugar, algo que sucedió. En apenas una semana comenzó a ver rastros de cochinos en el comedero, aunque el gran animal no aparecía por allí… hasta que un día y por sorpresa dejó ver su presencia en la zona.
«Llegó la pandemia y lo paralizó todo, pasamos un tiempo sin saber de él pero con la esperanza de volver a verle en aquel lugar», sigue explicando el joven. «Retomamos meses después la actividad y con ello volvieron a aparecer los animales. Muchos de ellos jóvenes machos que campan anchos por una zona muy tupida de monte.
Tras analizar el comportamiento decidí quitar un animal seleccionando para no hacer mucho daño y rebajar el número de bocas que comían en esa zona, y así aliviar la presión a este gran jabalí que acechaba», comenta el joven. La suerte fue que salió todo como lo tenía previsto y pocos días después vio que aquel comedero seguía siendo tomado por una cantidad de animales menor.
Llega una garduña
Dos semanas después volvió a la carga en una nueva espera en ese lugar soñando que podría conseguir tan preciado trofeo. «Comenzó con una tranquilidad una espléndida una noche de temperaturas muy agradables y en un entorno muy acogedor». Lo primero en entrar fue una garduña, que comía tranquilamente.
No tardó mucho en comenzar a escuchar el movimiento del monte, «un ruido del que sabes a ciencia cierta que no es otra cosa la que se acerca que algún marrano. Entraba un grupo de animales muy decidido a tomar la comida, pero a apenas unos 40 metros del comedero se detuvieron, algo no les gustaba, o más bien el jefe de aquella zona no le gustaba la idea de que se comiesen su comida, y rápidamente arrancaron en sentido contrario, quedándose en aquel lugar un solo animal, sigiloso y cauto», explica Gabriel.
Dos jabalíes más entran, pero de menor tamaño
Pasaron unos minutos cuando el cazador comenzó a oír algo similar por el otro lado del barranco. Nuevamente se acercaba algo a la comida y, este sí, hizo acto de presencia a sus ojos. Se trataba de un macho de mediana edad que, tras dar su habitual reconocimiento a la zona, se puso a comer relajado hasta que algo comenzó a llamar su atención.
«Miraba con detenimiento hacia el monte en sentido opuesto a mi posición, lo cual me hacía presagiar que otros animales rondaban el comedero. No se fiaba ya ni de su sombra, comenzaron las idas y venidas de este animal y otro macho que allí se presentó. Era de un tamaño ligeramente menor al que ahí comía y este decidió embestir y sacar al animal de menor porte de aquel lugar, volvió a relajarse de nuevo y se puede apreciar en el vídeo como se tumba en una zona de tierras movidas que ellos mismos han hecho para refrescarse», sigue detallando.
Tras pasar un rato tumbado decidió volver a comer y nuevamente se puso en alerta, ya que esta vez sí parecía que algo lo ponía más nervioso de lo anteriormente visto.
Y llegó, por fin, el protagonista del relato
Tras una estampida de los jabalíes que estaban en el comedero, apareció el gran macareno. «Se me pusieron los pelos de punta al ver qué aparecía ante mis ojos un animal al cual había estado buscando, estudiando y aprendiendo de él para poder darle caza». Comenzaba el juego.
«Lo vi andando tranquilamente como si nada le perturbase un momento placentero como el de comer, como suele ocurrir con el carácter de estos grandes jabalíes comienza a dar unas vueltas de reconocimiento mientras tímidamente da unos bocaditos al manjar ahí presente», afirma el joven.
Pasaban los minutos y vio que tenía un carácter muy dominante y que el resto de animales que presenciaban la escena ni siquiera se acercaban, manteniendo una distancia muy prudencial. «Tras ver que no había peligro se decidió a comer y, ahora sí, di al animal por cumplido. Preparé el arma, siempre mirando el monocular nocturno ya que era una noche muy oscura, apenas vi un bulto entre tanta oscuridad y apunté, encendí la luz y seguidamente hice sonar el Mauser calibre .30-06. Se hizo el silencio», relata Gabriel.
¿Dónde está el gran jabalí?
Pasaron unos minutos «muy confusos para mí», ya que «me había parecido oír que el animal había caído muy cerca de la zona de disparo. Mil preguntas rodeaban mi cabeza en ese momento. El animal no hizo ni un solo ruido al disparar. ¿Qué ha pasado? ¿Le habré pegado? ¿Lo que me ha parecido oír será el animal o se habrá ido?», se preguntaba el joven.
Decidió ir en busca de él y al llegar al lugar del disparo no había sangre, pero decidió ir hacia donde había oído el último ruido y comenzó a ver sangre. «La alegría comenzaba a recorrer mi cuerpo sabiendo que esa noche le había ganado la batalla a un astuto animal, tras apenas recorrer unos pocos metros ahí estaba tumbado sobre su sombra, con la cabeza metida en un romero el cual frenó su huida».
Fue un disparo colocado en el codillo. Al dar un estirón al jabalí pudo ver que estaba dotado de unas buenas defensas, «un buen trofeo pero sin duda un mejor recuerdo de toda una batalla», confiesa Gabriel. ¿Lo mejor de todo? El lance quedó grabado en este extraordinario vídeo.
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