El joven Miguel Rueda Fernández conseguía abatir un buen gamo en una montería «de 30 euros el puesto» en pleno Parque de Los Alcornocales (Cádiz). Pero no fue fácil cobrarlo: el animal lo zarandeó poco después de dispararlo. 
29/3/2019 | Redacción JyS

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Miguel Rueda con el gamo. / M.R.

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Otra imagen del gamo abatido. / M.R.

Un gamo con un buen trofeo corneó a un joven en una montería «de 30 euros el puesto» el pasado 26 de enero. Ocurrió en el Parque de los Alcornocales, cerca de la localidad gaditana de Jimena de la Frontera, y el protagonista de la historia ha narrado para Jara y Sedal paso a paso cómo se desarrolló la jornada cinegética.
«Era un gancho que nos costó 30 euros a cada uno de los tres amigos que íbamos», afirma el joven Miguel Rueda Fernández, de 28 años de edad y natural de Benalmádena (Málaga). Se trata de una zona cercana a la playa y «no teníamos ninguna esperanza de abatir ninguna pieza, pero fuimos por pasar la mañana». Su gran sorpresa fue el gran gamo que le dio un tremendo susto.

Los tres amigos en la misma armada

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Rueda y sus amigos compartieron armada. / M.R.

«Tuvimos suerte, porque en la misma armada nos tocó a los tres amigos en los puestos 4, 5 y 6, es decir: los tres juntos», narra Rueda. «Ya en el coche cogí una medalla de mi abuelo que fue la que me dio suerte durante toda la jornada. Esa cruz que el destino quiso que llevase conmigo fue la que me hizo abatir ese gran animal», relata el joven visiblemente emocionado para Jara y Sedal. «Mi primo cogió la cruz de la guantera y me la ató a la muñeca», comenta.

Un lance de suerte

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La medalla del abuelo. / M.R.

«Me tocó un puesto que era todo bosque», explica Rueda. Al inicio de la montería cuenta que metió el cargador en el rifle, pero no advirtió que no llevaba balas. Poco después, cuando apareció el gamo en escena e intentó dispararlo «no había bala en la recámara», dice Rueda. «Tras el error, el gamo se me tapó, pero luego se vino derecho hacia mí. Menos mal que pude recolocarme y cargar el arma y… cuando venía de frente, ¡disparé y acerté!». El joven no se lo creía: «La suerte que tuve fue increíble. Me tiré al suelo llorando de la emoción», admite tras disparar al animal con su rifle Browning MK3 calibre .300 Winchester Magnum.

Un emocionante cobro

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Otra imagen del puesto. / M.R.

Pero quedaba una segunda parte aún más emocionante. Cuando el cazador estaba llorandotirado en el suelo, sin creérselo y pensando que había abatido «el gamo de su vida», fue a por el animal y saltó la sorpresa. «Me levanté, fui a verlo y por seguridad dejé el rifle en el suelo con el seguro echado y… al cogerle las palas, se levantó, puso el cuello derecho y me tiró un viaje hacia arriba», relata el cazador añadiendo que en ese momento el animal comenzó a zarandearlo.
«Me cruzó las manos, me corneó y me tiró al suelo. Entonces me escapé arrastrando unos diez metros hasta el rifle y le disparé dos veces». Aunque con la primera bala falló, el joven relata que con el segundo disparo sí lo alcanzó, «a uno 25 metros».

El gran recuerdo de su abuelo


Sobre la impresión que el taxidermista le ha dejado a Rueda, éste dice que «encontrar un gamo tan parejo con unas luchaderas tan grandes y amplias no es fácil por el sitio en el que se encuentra el Parque de Los Alcornocales», confiesa. Sin embargo, el cazador se queda «con la suerte de la medalla que me dio mi abuelo. Cada vez que recuerdo el lance, recuerdo el cúmulo de la magia de la caza resumido en esta jornada».

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