El siguiente vídeo muestra cómo dos galgos persiguen a un ñandú en tierras argentinas. En la grabación puede verse cómo este ave, endémica de Sudamérica, corre a toda velocidad delante de los galgos como si de una buena liebre se tratase y consigue, incluso, mantenerlos lejos de su alcance durante más de tres minutos.

Hay que tener en cuenta que el galgo es capaz de alcanzar una velocidad punta de hasta los 70 km/hora, la misma que el ñandú que protagoniza el siguiente vídeo, por lo que ésta será una pugna de fondo en la que vencerá quien más aguante.

El vídeo, publicado el pasado 22 de agosto, alcanza ya cerca de 200.000 reproducciones a través del canal de YouTube de Stud Sueño Pampa.

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Diferencias entre el ñandú y el avestruz

Aunque el ñandú y el avestruz -aves que pueden confundirse- son de características similares, en realidad son especies distintas: los ñandú son de menor tamaño, entre 1,50 y 1,80 metros de altura, y cuentan con tres dedos en cada pata, mientras el avestruz sólo tiene dos. Además, los ñandúes habitan en América del Sur mientras las avestruces viven en África Oriental. Los primeros, eligen por su parte llanuras, montañas y áreas semi selváticas, mientras que las segundas se encuentran en zonas desérticas y con gran amplitud térmica entre el día y la noche. Mientras que los machos y hembras de ñandú tienen colores similares en sus plumas, hay diferencias notables en el plumaje de las avestruces: los machos son negros y las hembras marrones.

Si bien los avestruces contaban con cuatro subespecies conocidas, en la actualidad solo quedan tres después de que la arábiga se extinguiese. Hoy día sobreviven la de cuello rojo (norte de África), la masai (Etiopía, Kenia, Senegal, Sahara y Mauritania) y la de cuello azul (sudoeste de África).

En el caso de los ñandúes solo hay dos subespecies: la americana o suri común (Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay) y el andino o cordillerano (Chile y Argentina).

Caza tradicional del ñandú

Cazador mapuche junto a sus dos galgos y un ñandú recién cazado.

En la región patagónica hay evidencias de la caza del ñandú desde hace unos 13.000 años, prácticamente desde que el ser humano llegó a estas tierras. Los pueblos aborígenes no sólo cazaban al ñandú por su carne y sus huevos. Sus plumas se usaban en vestidos ceremoniales y en adornos corporales y el cuero y los tendones eran ampliamente usados para la fabricación de diversos elementos. Sin embargo, no sería hasta que los españoles conquistaron América cuando, tras introducir el caballo, la caza del ñandú pudo darse a mayor escala, dado que ahora sí se podía perseguir con garantías a tan rápido animal.

Durante el periodo de colonización español, el ñandú fue ampliamente descrito por viajeros nacionales y extranjeros, por naturalistas y misioneros. Como ejemplo, citaremos el testimonio de Fray Reginaldo de Lizárraga (1545 – 1615), dominico y obispo de las ciudades argentinas de Concepción y Asunción: «En toda esta tierra y llanura hay gran cantidad de avestruces; son pardos y grandes, a cuya causa no vuelan, pero a vuelapié, con una ala, corren ligerísimamente; con todo eso los cazan con galgos…», aseguró asemejando la apariencia del ñandú con la del avestruz africano.

A partir de entonces la caza del ñandú se hizo muy popular por tratarse de un animal del que podían aprovecharse su carne, huevos, plumas, cuero… Por poner un claro ejemplo citaremos que en 1796 se exportaron a España 11.890 arrobas de plumas de ñandú.