El cazador segoviano David Aguilera disparaba, el pasado 25 de abril, a un peculiar corzo junto a su mujer Laura en un coto de esta provincia castellano leonesa. Tras la carrera del cérvido, Aguilera pensó haber errado en el disparo, pero el pasado 22 de mayo -un mes después del rececho-, unos amigos que trabajan en la zona encontraron un curioso hallazgo y llamaron al cazador.

Un rececho fallido

«Llegando la puesta de sol y después de una tarde de avistamiento de varios machos y hembras, dimos en uno de los prados de la zona con una corza adulta tumbada, por lo que decidimos acercarnos a una muy corta distancia», comienza relatando el cazador a la redacción de Jara y Sedal.

Al poco tiempo, se dieron cuenta que se encontraba con otras cuatro hembras más, y decidieron esperar a ver si salía el macho, algo que ocurrió al cabo de 45 minutos: «Laura vio a un macho en la esquina de la pared de piedra, dándome el aviso y diciendo dónde se encontraba, y efectivamente ahí estaba, rascándose la cuerna en un robledal y marcando el territorio, escarbando la tierra con la pezuña», expone Aguilera.

«Laura me miraba y gesticulaba diciéndome que el corzo le parecía bueno, yo no le hice mucho caso por el poco tiempo que llevaba recechando el corzo, escasamente dos años, y cuando lo vi a 80 metros observé en su trofeo un color y perlado maravilloso, unas rosetas de escándalo y una simetría de cuerna que jamás vi en un cérvido», dice aún emocionado el cazador. «Miré a Laura y no hizo falta decirle nada, ella perfectamente sabía lo que la quería decir», añade.

El exceso de confianza, puede jugar una mala pasada

El cazador se apoyó en un roble semisentado y apretó el gatillo «Miré de nuevo a Laura y gesticuló dando a entender que no le había dado a la vez que el corzo corría por el prado. Cierto era que me sobraba confianza y supe perfectamente que, si lo había fallado, sin duda alguna fue porque estaba mal apoyado y el exceso de confianza…», expresa David.

Poco después se acercaban a la zona donde se encontraba el animal en el momento del disparo y, tras un buen rato mirando, no vieron sangre ni rastro de él.

Un mes después el cazador recibió una alentadora llamada

Días después, la pareja se acercó de nuevo al lugar, pero el nuevo intento de dar con los restos del animal fracasaba: «Nos recorrimos la zona varios días, le hicimos esperas, le entrábamos en lugares espesos para levantarlo… y todo sin éxito. Ya dudaba si estaba malherido, si se lo habían comido los buitres…», lamenta el cazador.

Sin embargo, el pasado 22 de mayo, casi un mes después y con todas las esperanzas de volver a ver al animal esfumadas, le llamaron unos amigos de la sociedad de cazadores para preguntarle había disparado a ese animal que le quitaba el sueño y si tenía fotos de él.

Sus amigos le daban esta increíble sorpresa

El trofeo del corzo encontrado por sus amigos. © D. A.

«Comencé a ilusionarme pensando que habían encontrado el corzo, y cuál fue mi sorpresa cuando llegué a donde me habían dicho que fuera. Ahí estaba, me eché las manos a la cabeza al ver la magnífica cuerna del animal», confiesa sobre el momento en el que sus amigos le entregaron el trofeo del corzo, que habían encontrado muerto muy cerca del lugar donde disparó. Es «espectacular en rosetas, perlado, color, puntas, simetría… y 28 centímetros de largo en sus cuernas», detalla. «Será medalla de oro», adelanta por último el cazador confesando que, si bien hubiera deseado encontrarlo el día que lo disparó, al menos ha podido recuperar la cuerna del animal que le brindó aquel bonito lance junto a su pareja.

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