El joven Mario Ahijado Buendía falló el primer corzo de su vida, pero al día siguiente la suerte vino a visitarle y logró darle caza. Cuando fue a cobrarlo resultó ser un raro ejemplar de tres cuernas con un bonito perlado. Nos cuenta el lance.

3/1/2019 | Redacción JyS

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Mario Ahijado, con el corzo. / M.A.

El cazador Mario Ahijado Buendía, de 26 años y natural de la localidad toledana de Cervera de los Montes, cazó un extraño corzo con tres cuernas a finales de septiembre en un lance que ha relatado para Jara y Sedal. Fue durante un fin de semana en el que acompañó a su tío en la búsqueda de un venado en la  reserva de Fuentes Carrionas, en la montaña palentina.

«El objetivo a priori era recechar y dar caza a un venado representativo en un paraje inolvidable de alta montaña», explica el joven Mario. «Estuvimos unos días hasta que conseguimos cazarlo y fue entonces cuando unos amigos que vivían en la zona me invitaron a cazar en su coto el que sería mi primer corzo», relata.

El primer día de caza «fue emocionante», puesto que vieron varios machos pequeños y estuvieron «un largo tiempo valorando si alguno de ellos era entrado en años o selectivo». Tras no localizar ninguno que cumpliese con lo deseado cambiaron de zona y vieron «un macho diferente… era realmente bueno», nos cuenta el cazador.

Fue entonces cuando decidieron hacerle una entrada y consiguieron colocarse en un cerro a unos 240 metros: «No sé si fueron los nervios o el rifle de mi amigo, un Remington .700 que no había probado, pero erré el disparo», relata Ahijado. La noche se echaba encima y mientras se alejaban, vieron un jabalí de ensueño pero el respeto por la caza es primordial para todo cazador y allí los macarenos son para las batidas del invierno, por lo que no dispararon.

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Paisaje en el que fue cazado el corzo. / M.A.

Al día siguiente, con apenas unas horas dormidas y muchos kilómetros en los últimos días, «tenía la última oportunidad, nos quedaba una mañana para conseguir mi corzo palentino», sigue relatando el joven. La mañana «estaba diferente, vimos pocos corzos y en su mayoría hembras o machos pequeños», sigue explicando. «Iba terminando la mañana y nos quedábamos sin tiempo, pero lejos de perder la esperanza, en la subida a un páramo lo vimos, allí estaba en la siembra, estaba lejos y no teníamos opción a un acercamiento próximo por lo limpio del terreno, estaba comiendo e iba en dirección al monte, nos refugiamos en un montón de alpacas de paja y fue desde allí desde donde valoramos el trofeo», añade.

Era un macho al que se le veían las tres puntas, sobrepasaba en abundancia las orejas y tenía perlado. El joven se tumbó en una alpaca y su tío le prestó su Heym Sr21 en calibre .270 Winchester Magnum. Tras medir la distancia que les separaba, 278 metros, Ahijado afirma que «era complicado cuadrar el animal tras el fallo del día anterior, pero era la última oportunidad».

De este modo, el joven templó nervios: «Busqué el corazón y apreté el gatillo. No sabíamos cuál era el desenlace debido a la distancia y al labrado del terreno, por lo que comenzamos a andar en su busca y se hizo bastante largo; aun así llegamos y el disparo fue muy efectivo, ya que el animal cayó sobre su sombra», relata. «Cuando logramos verlo no dábamos crédito, era uno raro de los que tanto cuesta conseguir, precioso y con seis puntas sí, pero fuera de lo normal». Tras las fotos de rigor, se lo llevaron a casa y disfrutaron de sus solomillos con salsa de pimienta y vino casero. «Un viaje inolvidable y sobre todo me quedo con los paisanos del lugar, gratamente hospitalarios y acogedores», concluye el cazador toledano.