Por Dámaso Jorreto

Con la primavera en su máxima expresión y en la antesala del verano, las siembras comienzan ya a granarse y secarse. En ellas los jabalíes encuentran una fuente casi inagotable de comida, acudiendo a diario y ocasionando terribles pérdidas. Es momento, una vez más, en que agricultores y cazadores colaboren en pos del beneficio común, la hora de solicitar las autorizaciones especiales por daños.

Hemos de recordar que estamos realizando un aguardo por daños, que no buscamos ese gran jabalí que desconfiaría hasta del clic de la linterna: generalmente nos encontraremos con individuos jóvenes y mucho menos resabiados que no se inmutarán por alumbrarlos y seguirán con sus andanzas nocturnas tan tranquilos, permitiéndonos elegir nuestro objetivo sin equivocación posible… y llevar a cabo nuestra misión. 

Solicita las esperas al jabalí por daños lo antes posible

Una vez detectados los daños y solicitada la autorización, un agente medioambiental acudirá al ‘escenario del crimen’. Redactará su informe y lo pondrá en manos de la Administración. Este es el principal hándicap al que debemos enfrentarnos. El tiempo que tarda el ‘aparato burocrático’ en emitir –o no– la autorización, espera que en ocasiones se alarga hasta un mes.

No es la primera vez que ésta llega cuando las parcelas ya han sido cosechadas o, peor aún, dadas por perdidas por el agricultor. Por tanto, solicita el permiso a las primeras evidencias de daños.

¿Dónde coloco el puesto?

En las esperas por daños no buscamos abatir el macareno de nuestros sueños, y ni siquiera un lance de esos que se recuerdan durante toda la vida –si lo conseguimos, bienvenido sea–, sino eliminar un problema siendo, al tiempo, lo más efectivos posible. Si hacemos bien las cosas tendremos a tiro piaras de hembras, bermejos y machos jóvenes. En otras circunstancias la mayoría de los aficionados esperaría hasta ver entrar al macho y desdeñaría muchas de las opciones de tiro que se le presentasen, pero en esta ocasión debemos disparar sin tener el cuenta ni el sexo ni si se trata de ejemplares jóvenes o viejos.

Los sembrados pueden ser tomados por alguna hembra acompañada por su prole, y entonces se nos presentará el dilema moral de qué hacer. Nunca gusta tirar a una hembra, y menos si es seguida por jabalíes de poca edad. ¿Qué podemos hacer entonces? Una opción es espantarlos, con algún tiro al aire o haciendo evidente nuestra presencia –dejando rastros alrededor o de la manera que se nos ocurra– con el objetivo de que desistan en su empeño, aunque no será fácil hacerlos renunciar de una comida fácil y abundante. Seguramente vuelvan a entrar pocos días después. 

jabalí
Una piara de jabalíes. © Shutterstock

¿Siempre en la siembra?

Como ya hemos señalado, es fundamental estudiar la zona e intentar desvelar las correrías que se traen los jabalíes durante la noche. Ya hemos analizado la dirección del viento, sabemos por dónde suelen entrar y el número aproximado de ellos que están ocasionando los daños… pero resulta que en la siembra no hay un buen tiradero o que en ella el aire revoca en todas direcciones, delatando nuestra presencia en cualquier lugar donde nos coloquemos. ¿Cuál es la alternativa? Esperarlos fuera del sembrado, buscando los pasos por los que entran al sembrado, las gateras que han abierto en los alambrados o los muros de piedra por los que acceden y donde se tienen que frenar ‘un poco’ para conseguirlo.

Otra buena opción es esperarlos cuando van a beber. En mayo el calor ya aprieta, y el agua comienza a escasear en las charcas y regatos, donde sin duda acudirán a saciar su sed. Es matemático: si los aguardamos en estos puntos no tardarán mucho en hacer acto de presencia. Eso sí, si los daños los están ocasionando una piara lograremos abatir, si andamos finos, uno o dos; el resto huirá, recelará de la charca y buscará otro sitio para beber, pero no asociarán el peligro con las parcelas de cultivo donde están causando el daño, y es bastante probable que vuelvan otro día para seguir devorándolas.

También al jabalí joven

La otra opción es disparar a los ejemplares más pequeños, nunca a la madre. Ésta huirá con el resto y seguramente no volverán a acudir a la siembra. Sí, es una decisión difícil y debemos tomarla tras haber intentado todo lo posible para que la cuadrilla desista de comer en estos sembrados.

Hemos de tener la cabeza fría. Saber que el pan del agricultor está en juego y recordar que los cochinillos tan ricos que comemos también son animales sacrificados aunque no sea de un disparo, un método muchas veces más rápido que los que se emplean en los mataderos. No seamos demagogos en asuntos cinegéticos y luego vayamos a Segovia a meternos un cochinillo entre pecho y espalda libres de cualquier carga moral.