cabecera Blog Fernando López Mirones
Fernando López Mirones – 23/2/2018 –

Uno de los principales argumentos que suelen esgrimir los animalistas y la gente contraria a la caza, consiste en sostener que es imposible que los cazadores sean amantes de la naturaleza. Matar animales por mero placer, dicen, es incompatible con el aprecio por el campo.

Repasando a los grandes mitos históricos mundiales de la protección del medio ambiente, uno descubre que casi todos ellos, eran, simultáneamente, grandes aficionados cinegéticos.
Félix Rodríguez de la Fuente, por ejemplo, resucitó el arte medieval de la cetrería junto con el gran biólogo Toño Valverde, que era su amigo, y al cual Félix proporcionaba ejemplares para el taller de taxidermia que este último tenía en Valladolid. El mismísimo Sir David Attenborough, empezó su carrera como divulgador, capturando animales para los zoológicos británicos en su serie Zoo Quest; y hasta el mismísimo Jacques-Yves Cousteau, practicaba la caza y la pesca con asiduidad. A nadie en su sano juicio se le ocurriría decir de estos personajes de talla mundial no apreciaban la vida salvaje.
Pero hay una historia especialmente curiosa en la que los criticadores no caen: el parque nacional más importante de Europa, se llama aún coto… Coto de Doñana.
Ya en 1900, Don Pedro Pidal y Fernández de Quirós, que cazaba con devoción rebecos, cabras hispánicas e incluso osos, fue el creador de los parques nacionales en España (“Enestepaís”, como lo llaman ellos a menudo).
El propio fundador de la Sociedad Española de Ornitología (SEO Birdlife hoy), Francisco Bernis, escribió: «En aquellos tiempos, el pensar que hubiera una persona muy interesada en el medio ambiente y en proteger la fauna sin que fuera cazador, era imposible».
Las marismas del Guadalquivir eran un paraíso de reyes cazadores desde el siglo XIII, escribió Don Mauricio González-Gordon Díez, otro de los creadores de Doñana. Su bisabuelo, que fundó las famosas bodegas González-Byass en Jerez en 1835, ya invitaba a sus clientes ingleses a cazar en El Coto.
Los míticos Abel Chapman y Walter Buck, autores de míticos libros de naturaleza como Unexplored Spain, adquirieron los derechos de caza de la zona en 1900.

Lince en Doñana. /Shutterstock
Lince en Doñana. /Shutterstock

Pero podemos ir más allá, al asegurar que la famosa asociación ecologista del oso panda, WWF (World Wildlife Fund), hoy de las tres primeras del mundo, se creó en gran parte con motivo de la compra de los terrenos de Doñana por parte de los cazadores para preservarlos de la desecación, la plantación de eucaliptos y de arroz por parte de los ministros de Franco.
Entonces, Valverde, Bernis, los cazadores mencionados y el propio Rey Juan Carlos I, consiguieron que esas tierras de valor incalculable para el planeta llegaran hasta nosotros preservadas. El mismo Rey de España, que fue desde entonces Presidente Honorario de WWF España, antes llamada ADENA, fue expulsado injustamente hace poco tiempo de este cargo por el famoso y absurdo escándalo del elefante de Botswana. Así se lo pagaron.
Ahora el Parque Nacional de Doñana está en peligro. La causa principal es que los acuíferos que surten las marismas, están siendo utilizados a su alrededor para cultivar arándanos y fresas.
La pobre Doña Ana, que tanto amaba su coto, nunca pudo imaginar, igual que los indocumentados que hablan sin conocimiento, que esa joya del paisaje mundial iba a ser salvada por cazadores y destruida por vegetarianos. Que alguien se lo explique.