El cazador ya daba por perdido un gran corzo al que hirió la temporada pasada, pese a haberlo pisteado en más de una ocasión. Sin embargo, un día su padre le dio una sorpresa…¡lo había encontrado!
5/7/2018 | Redacción JyS

corzo extraordinario
El cráneo del corzo recién encontrado había comenzado a descomponerse.

La caza tiene ese elemento de incertidumbre que hace que un día tras otro el amante de la actividad cinegética salga al monte. Esa es su esencia. Nunca se sabe lo que va a deparar una jornada, sea la modalidad que sea.
El 1 de abril del año pasado nuestro protagonista, Enrique González, lo vivió en forma de corzo. Precisamente era el primer día de la temporada para este joven cazador de 21 años, y decidió salir tras los duendes con su padre y un amigo. El lugar: un coto de un pueblo soriano. Todavía era de noche cuando los tres hombres partieron hacia el cazadero situado justo en el término aledaño a la población donde se alojaban.

El rececho

Al llegar al lugar donde iban a iniciar la caza ese día, todavía no había apenas luz por lo que decidieron esperar unos minutos en el coche. Estaban en un alto desde donde divisaban bastante territorio pero nada se movía a su alrededor. Al poco rato, bajaron con el vehículo hasta el camino por donde el padre de Enrique volvería hacia el pueblo.
Llegados al punto más bajo de ese carril, González y su amigo descendieron del vehículo y cogieron los bártulos. De pronto, algo se movió a lo lejos y uno de ellos lo vio. Al fijarse bien, ambos hombres identificaron un corzo, pero no acertaban a discernir si se trataba de un macho bueno o no.
Tenían que valorarlo. Por lo que decidieron hacer una aproximación para averiguar de qué animal se trataba.
Cuando llegaron a una distancia prudencial vieron que se trataba de un buen macho. El animal estaba tumbado junto a dos hembras.
De buenas a primeras el corzo se levantó y comenzó a carear en dirección opuesta a los cazadores. El animal se encontraba en una zona donde el monte apenas tiene vegetación por lo que decidieron entrar por su derecha, valiéndose de un bosque de pinos de repoblación. De esa forma González y su amigo lograrían llegar hasta una distancia más asequible para valorar mejor el trofeo y decidir si disparar.

Dudas y nervios

Sin embargo, aunque habían recortado la distancia, González no tenía todas consigo sobre si era el corzo que deseaba. La indecisión duró poco, tal y como le había advertido su amigo se trataba de un gran corzo, pudo verlo en cuanto el animal le dio el costado. Llegaba el momento de apuntar, y con él las dudas, apenas había estrenado el rifle. Hacía poco tiempo que había adquirido un nuevo Browning Xbolt en calibre .270 Winchester y sólo había disparado sobre un muflón en otra salida anterior.
Los nervios le jugaron una mala pasada al cazador y no adecuó la lente del visor a la distancia, que según cuenta a Jaraysedal.es era de unos 200 metros. El tiro se fue bajo y el animal se alejó cojeando. González disparo en dos ocasiones más pero no logró acertar. Pasados unos minutos fueron al lugar del tiro: efectivamente había sangre pero no era un disparo vital.
Decidieron volver entonces al pueblo para dejar que el corzo se calmase y se enfriase para ver si así podían recuperarlo. Tras dos horas, llevaron un teckel hasta el lugar del disparo. Por desgracia, encontraron al animal, que estaba tumbado a la sombra de un chaparro, pero lo que pasó fue que aún vivo se levantó y huyó.

Última oportunidad

El animal echó a correr y en un claro permitió que González lo viera y tuviese una última oportunidad, erró nuevamente y el duende desapareció haciendo honor a su apodo. El cazador apesadumbrado por el infortunio continuó buscándolo sin suerte durante toda la temporada. Logró abatir otro que cojeaba, pensando que era el mismo, pero no fue así.
La caza, como ya hemos dicho al principio de este artículo, tiene ese elemento de incertidumbre que engancha al cazador. Finalmente una temporada corcera se cerró sin encontrar al animal pero… La de 2018 comenzaba y el 1 de abril ofrecía nuevas oportunidades a González y a su padre. Se sucedían los días de caza y campo pero ni rastro del ‘cojo’.
Un día, ya sin esperanzas de encontrar nada, el padre del protagonista de esta historia se encontraba nuevamente en el cazadero. Era el pasado 23 de junio. La zona no distaba mucho del último sitio donde desapareció el animal que tantos quebraderos de cabeza les había dado. Y, de repente, en una siembra muy querenciosa para los escurridizos cérvidos¡Apareció!
Del majestuoso animal que había sido tan sólo quedaban los huesos pero su cuerna estaba intacta. Enrique cuenta a quien escribe estas líneas que está a la espera de que su taxidermista de confianza lo mida. Aunque lo importante es que ya lo tiene en su casa y a partir de ahora recordará cada día los momentos vividos tras el animal y posteriormente buscándolo. Una pena que no pudiera haber sido antes. 

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El padre del cazador logró encontrar por casualidad el trofeo. / Enrique González

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