Esta fue la aventura de Curro Alba, un cazador sevillano que cazó este extraño corzo morisco con tres cuernas el pasado sábado en el parque de Los Alcornocales, en Cádiz. El protagonista lo cuenta a Jara y Sedal.
28/3/2019 | Redacción JyS

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Curro Alba, con el corzo de tres cuernas. / C.A.

Un corzo con tres cuernas. Esa ha sido la pieza que abatió el sevillano Curro Alba en las cercanías de la localidad gaditana de Jimena de la Frontera el pasado sábado, 23 de marzo. Además, fue durante una mañana en la que azotaba el viento de Levante a 80 kilómetros por hora.
«Todo comenzó hace unas semanas cuando nos ofrecieron la posibilidad de asistir a una batida de corzos en pleno corazón del Parque Natural de Los Alcornocales», ha explicado a Jara y Sedal. La cita comenzó a las 8 de la mañana del pasado sábado en la Venta del Puerto de Galis.
«Después de un largo viaje, sólo pude descansar un par de horas al venir de trabajar desde Madrid», explica. Pero «una buena tostada de telera, típica de la sierra de Cádiz con su aceite, tomate y jamón, nos hizo entrar ya en calor a un compañero y a mí e hizo que la infernal mañana de Levante con viento de hasta 80 kilómetros por hora no nos importase».
Tras las pertinentes instrucciones del organizador, dio comienzo el sorteo, «limpio y claro, con todos los nombres en papeletas y sorteando por armadas para poder cerrar la mancha lo antes posible». Cuando nombraron a Alba en la tercera armada, «la del canuto», fue a por la papeleta siendo la única que quedaba, la del número 1: ¡Bendito puesto! », exclama ahora.
El paisaje en el que cazaron. / C.A.

Una hora de camino hasta el puesto

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El animal con tres cuernas. / C.A.

Tras casi una hora para llegar al puesto por carriles «en mal estado», observaron que éste «era una maravilla». Estaban situados «a media ladera, en medio de una umbría con cientos de alcornoques y quejigos a nuestro alrededor: un paisaje increíble», confiesa el cazador.
Tras observar varias veredas que tenían a su alrededor, cargaron el rifle en completo silencio. «Mi compañero y yo aguardábamos cualquier ruido extraño más allá de los casi 80 km/hora que hacía de levante. Casi media hora de rotundo silencio fue roto por la entrada de los camiones de los perros en la mancha», añade.

Participaron once rehalas

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Los dos amigos con las piezas abatidas. / C.A.

Al llegar, se escuchaba por la emisora «que la mancha iba a ser batida muy despacito» sobre 700 hectáreas. «Once fueron las rehalas que al unísono abrieron compuertas y el retumbar de los perros empezaba a sonar por todos lados», relata.
«Lo primero que hizo aparición por nuestro puesto fue una piara de cerdos asilvestrados», como se denominan por la zona. «Disparé a uno de ellos, el más grande de cuerpo, y… pensando que lo había alcanzado, le pasé el rifle a mi compañero, que pudo hacerse con otra cochina pocos segundos después. Ya estaba el día echado, pensábamos los dos…», relata Alba.
A los 20 minutos aproximadamente escucharon una ladra en la umbría: «Lo que fuera estaba muy arriba, pero cada vez lo teníamos más cerca». En un trasluz a unos 100 metros «pude ver que se trataba de un corzo macho con dos perros detrás, que venían hacia nosotros a más no poder». Luego dejó de verlo por unos segundos y «me imaginé por dónde sería el único sitio que podría tirarle, ya que seguramente le daría a algún árbol».
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Otra imagen de los animales abatidos. / C.A.

«Creía que lo había fallado… ¡pero lo vi dando volteretas!»

Esos segundos sin poder ver el corzo sabiendo que venía hacia Curro se le hicieron «eternos» al cazador. De repente, a unos 60 metros, hizo su aparición en carrera intentando escapar del acoso de los perros. «En un visto y no visto, apreté el gatillo e imaginándome que lo había fallado, levanté la cara del rifle y… ahí estaba dando volteretas umbría abajo». Ya en ese momento el cazador sintió que el lance iba a ser el «más bonito, difícil y suertudo que iba a tener en mi memoria el resto de mi vida», confiesa.

Un recuerdo a su padre… y un jabalí perdido

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El corzo, desde otra perspectiva. / C.A.

Posteriormente se acercó rematarlo «pero no hizo falta ya que ya yacía sin vida cuando llegué a él», explica Alba. Nada más ver semejante trofeo «me vinieron a la cabeza muchos recuerdos, pero sobre todo me acordé de mi padre y de por qué los corzos eran su pasión dentro de la caza», admite. «Gracias papá por meterme el veneno dentro», expresa el cazador.
Cuando tenía el corzo en sus manos lo único que le importaba «era admirarlo, y mientras tonteábamos con el corzo hizo aparición otro cochino que le vaciamos el cargador y tal y como entró se fue», relata entre risas. Más tarde se llevaron dos sustos más por parte de dos gamas, que con los pelajes tan parecidos en invierno con el corzo no reconocieron bien. 
Ya acabada la batida, Curro Alba avisó al guarda y fue al puesto. «El corzo es morisco al 110% y pesaría menos de 25 kilos, mucho menos de lo que estamos acostumbrados a cazar en el norte de España», afirma el cazador. Por último, agradece los servicios de la guardaría y de Rafael Villarte.