Este joven cazador y agricultor catalán aprovecha que la gran pasión de los cazadores de su zona es el jabalí para desatar su gran afición por el corzo, un «olvidado» de sus tierras como así ha explicado. Narra para Jara y Sedal cómo fue el apasionante lance con el que se hizo con este raro ejemplar.
7/8/2019 | Redacción JyS
El joven cazador catalán Sergi Iglesias, de 31 años de edad, ha cazado un rarísimo corzo con una de las cuernas dobladas hacia fuera. Sergi, natural de la zona norte catalana, vive en el campo, trabaja de agricultor y desde pequeño tiene el ‘veneno’ de la caza metido dentro.
Iglesias vive en una zona de montes ‘jabalineros‘, como él mismo describe, «con bastante corzo y en invierno algo de becadas». En el coto, la caza con más tradición y predominante son las batidas de jabalí, ya que «tenemos los montes ideales que esconden gran cantidad de ellos, con mucha maleza por la desaparición de la ganadería en montaña y rodeados de preciosos valles, con abundantes siembras de maíz, cebadas, trigos… que hacen la delicia de los guarros en verano», relata el joven.
Es por todo esto que el corzo en esa zona «no ha sido nunca bien visto como en otros puntos de España, del que es un tesoro tener buenos ejemplares». Según Sergi, en su zona «se considera que el corzo entorpece las batidas de jabalí, porque los perros más flojos prefieren un animal que corre y no es peligroso antes que los guarros, que presentan feroces combates», explica.
Por esa razón, dice que son pocos los que lo disfrutan del rececho de este pequeño cérvido, «aunque cada día se suman más y por eso cuesta hacerse con buenos trofeos», sigue explicando. Aun así, sí que tienen mucha cantidad de ellos, «pero quizás no se gestionan los cotos pensando en el corzo, sino en la prioridad, que es el jabalí», detalla el joven cazador.
Es por esa razón que justo cuando terminan cada año las batidas de jabalíes, Sergi saca su rifle Weatherby de calibre 7 mm Remington Magnum, sus prismáticos y su trípode casero y dedica horas y horas a observar a los animales en los pequeños prados del coto. «Creo que un buen cazador de corzos debe, con los años, subir el listón e intentar buscar corzos cumplidos o corzos que sean especiales. Es lo que me mueve año tras año a intentar superarme, pero a veces se consigue y a veces no», confiesa Sergi.
El corzo protagonista de esta historia lo consiguió un domingo por la tarde a principios de la presente temporada, cuando ya había terminado el trabajo en las granjas y decidió, como muchas otras tardes, dedicar un rato a recechar. «Salí rumbo al coto de caza pensando a qué prado podría ir, recordando temporadas anteriores y los que me habían dado más suerte… Pero llegué al coto y aún no tenía claro qué sitio probar, ya que tenía algunos buenos corzos localizados, pero no suficientes», explica Sergi. De repente, pasó por un cruce que lleva a unos campos en medio del monte, un cruce «que nunca me había traído suerte por ser un sitio difícil de recechar».
Sergi dejó aparcó sin embargo el coche, cogió su rifle y su mochila con todo lo necesario dentro y se puso a andar. «Me lo tomo con calma, porque sé que al mínimo ruido que espante a un corzo y me delate con la ladra ya no llego a los campos en condiciones de sorprender a algún animal», reseña.
«Era una hora temprana, iba bien de tiempo y mi plan era llegar, colocarme y esperar», sigue relatando. «Cuando me faltaban solo 50 metros de camino y ya empezaba a ver los prados, escuché el galope de un corzo que estaba justo a la entrada», expone Sergi. «¡Maldición!», se dijo para sí, ya que creía que todo se iba al traste. «Me quedé inmóvil y vi entre ramas que se paró a mirarme el animal», relata. «Me ha intuido, pero no me ha visto… no sabe quién soy».
Y allí empezó un lance que Sergi define como «mágico», ya que aquella hembra empezó a emitir «chillidos» una y otra vez: «Me dejó descolocado, pensando si tendría un corcino cerca», dice el joven. «Preparé el trípode, me acomodé porqué pensé que no puede haber mejor reclamo que uno de verdad, saqué el móvil y me dispuse a grabar aquel sonido, del que sólo pude hacer un vídeo de segundos porque de repente respondió el macho con fuerza», reseña.
Sergi puso el rifle encima del trípode y en unos segundos apareció «como enloquecido» un macho cruzando el campo a toda velocidad en dirección al grito de la hembra. Era el protagonista de esta historia. «Lo seguí con el visor para intentar juzgar si era bueno y vi que algo raro tenía en la cuerna. Se paró un segundo y lo tuve claro: era mi corzo», confiesa el joven sobre el emocionante momento.
Sergi apuntó al codillo sin poder dejar de mirar de reojo aquel trofeo y dejó que la munición Hornady con la que había cargado el arma hiciera su trabajo. De un solo disparo acertó. «Lo vi caer», explica. «Me eché a correr en dirección a él mientras vi cómo la hembra se escondía por la otra punta. La miré dándole las gracias por tan mágico lance y llegué al macho abatido», declara finalmente el joven. Era un corzo raro, «no cumplido, pero sí especial», concluye Sergi.