El pasado sábado 31 de mayo, Fernando Cubero vivió uno de esos días que quedan marcados en la memoria de cualquier aficionado al rececho. Natural de El Frasno (Zaragoza), este cazador de 57 años se adentró de madrugada en un rincón húmedo y con vegetación abundante de la comarca de Calatayud. Lo que encontró en uno de los barrancos que inspeccionaba fue un corzo extraordinario, no solo por su tamaño, sino por la peculiar conformación de su cuerna derecha. Tanto es así que parece salido de una historia de fábula.
Cubero ha preferido no revelar el nombre exacto del pueblo donde lo abatió, pero sí detalla que la jornada empezó pronto, con una hembra tumbada en un sembrado como primer avistamiento. Desde allí decidió explorar dos barrancos cercanos, cubiertos de vegetación y con buena humedad, un hábitat ideal para el corzo. Fue entonces cuando, casi por sorpresa, se topó con el gran ejemplar.
Un encuentro inesperado
«Cuando lo vi, dije: Jopé, ¡qué corzaco!», recuerda aún con emoción. Sin embargo, el animal no le dio opción de disparo en ese primer encuentro. Se le vino hacia donde estaba, pero desapareció entre la vegetación. Fernando decidió dar la vuelta a la ladera con sigilo, esperando poder volver a localizarlo.
La estrategia dio sus frutos al cabo de un buen rato. Primero apareció una hembra subiendo entre las carrascas, y poco después, como si respondiera a un «falso celo», el macho. «Se iba tapando y en un hueco entre carrasca y carrasca, cuando salió, me la jugué con el disparo», relata. Su equipo: un Remington 783 del calibre .22-250 y un visor Swarovski DS 5-25×52 de segunda generación, con los que logró colocar un disparo certero.
Una cuerna que desafía lo convencional

El trofeo es, sin duda, uno de los más llamativos que se recuerdan en la zona. La cuerna izquierda del animal es larga, perlada y con una roseta muy marcada, pero la derecha rompe todos los moldes: cuenta con cuatro puntas que emergen desde una misma roseta, como si fuesen cuatro dedos alargados. Una formación rara y espectacular que lo convierte en una pieza única.

«Cazamos jabalí también. Corzas grandes tengo alguno más, pero este es el mejor por lo raro y a la vez es grande», asegura Fernando, que no olvida otra captura especial: el corzo peluca que abatió el año pasado, también muy poco habitual. Dos temporadas consecutivas con dos corzos excepcionales, cada uno en su categoría, que confirman su buen ojo y experiencia.

Una temporada para recordar
El éxito de Fernando no es fruto de la casualidad. A base de madrugones, conocimiento del terreno y paciencia, ha sabido leer el comportamiento de los corzos en una zona clave. Este nuevo trofeo se suma a un historial cinegético notable, pero también a una vivencia inolvidable para quien entiende el rececho como una conexión íntima con la naturaleza.
Aunque Fernando haya decidido no desvelar la ubicación exacta, su relato y el extraordinario corzo que ha cazado quedarán como testimonio de una jornada mágica en los montes zaragozanos.