La perdiz roja (Alectoris rufa) va desapareciendo poco a poco de nuestros cotos. Su canto al alba ha dejado de escucharse en algunos de nuestros páramos y sierras. La que es sin duda nuestra reina de la caza menor se debate en estos lugares entre la vida y la muerte y no parece que su situación vaya a cambiar a corto plazo. Al otro lado de los Pirineos, la perdiz pardilla (Perdix perdix) vive una situación parecida. Por poner un ejemplo, sólo en Reino Unido, donde la especie ha sido muy estudiada, se estima que el 80% ha desaparecido desde la Segunda Guerra Mundial. Los británicos, alarmados por el descenso poblacional de su English partridge, decidieron coger el toro por los cuernos hace décadas, guiados por la Game & Wildlife Conservation Trust (GWCT, Fundación para la Caza y Vida Silvestre). La gestión para las pardillas es válida para la perdiz roja –conocida allí como French partridge, perdiz francesa– y, de hecho, muy parecida a la que se practica en fincas ibéricas empeñadas en criar caza silvestre.
Después de muchos años de esfuerzo, las poblaciones de éstas y de las rojas en muchos cotos del Reino Unido comienzan a ser suficientes para plantear un aprovechamiento sostenible. Vamos a conocer cuáles han sido sus métodos para lograrlo y su correspondencia en cuanto a gestión en España.
Mejoras del hábitat subvencionadas
Sobra decir que la construcción de los hábitats y ciertas prácticas agrícolas, como el uso de pesticidas, han sido los principales responsables de la disminución de las perdices silvestres, muy especialmente por la carencia de lugares óptimos para el anidamiento, crianza y alimentación de los perdigones, así como el refugio necesario durante los meses de invierno. Para contrarrestar esta falta muchas fincas llevan a cabo mejoras del hábitat en gran parte subvencionadas por la ‘PAC británica’ que, desde hace años, apoya a los granjeros que quieren favorecer la fauna silvestre. Algunas de estas mejoras son las siembras para la caza, los caballones –también conocidos como beetle-banks-, las márgenes sin cultivar y las rastrojeras de larga duración.
Las siembras para la caza son tiras de terreno con mezclas específicas para cada tipo de necesidad: para garantizar la existencia de insectos para los pollos o de flores para favorecer a las especies polinizadoras, para dar cobijo durante los meses más duros del invierno… Los caballones o beetle-banks son también tiras de terreno pero sin labrar que sobresalen no más de medio metro y en las que se dan las condiciones para que escarabajos y otros insectos se reproduzcan, lo que reduce la presencia de pulgón en la cosecha, da alimento a las aves y es buen lugar para que las perdices pongan el nido.
Las márgenes de los cultivos habituales, especialmente de cereales, pueden dejarse sin tratamientos químicos, dado que la fauna tiende a utilizar más los bordes que el resto de las parcelas. También puede solicitarse dejar los rastrojos durante más tiempo –no se aran hasta entrado febrero– para dar protección a avifauna de tipo estepario que se beneficia del refugio y alimento de los rastrojos. En algunas fincas la superficie dedicada a estas mejoras alcanza el 10%-15% del total. Por último, una de las herramientas más utilizadas son los comederos, dado que juegan un papel crucial durante y después de la temporada al mantener tanto a la caza como a otras especies de aves. En todo caso, los cotos ‘intensivos’ no suelen alimentar una vez que la temporada cinegética ha finalizado; además, si no se lleva a cabo un buen control de las ratas éstas se comerán, junto con las palomas y los córvidos, la mayor parte del grano.
Predadores: vigilancia intensiva
No hay una medida de gestión más controvertida, si bien para muchos gestores británicos y españoles es un factor clave y definitivo para promover la caza silvestre –aunque en España los estudios sobre el tema siguen siendo escasos–. Hay que tener claro el objetivo primordial: aliviar la presión de depredación durante la época reproductiva para conseguir un número suficiente de perdices para su caza. Por lo tanto, el objetivo no es eliminar a los predadores, sino disminuir sus efectos negativos cuando las perdices son más vulnerables. En comparación con el resto de Europa, Reino Unido es el país en el que más especies se pueden controlar –especialmente zorros, córvidos, ratas y, en menor medida, mustélidos– y además en un gran número cada año, siendo considerado como ‘intensivo’ si se compara con el que se realiza España. Aun así, cada año se vuelven a capturar números similares de estas especies demostrándose que esta gestión no tiene un impacto negativo sobre ellas. Tampoco hay que ocultar que se siguen produciendo conflictos por la captura accidental o intencionada de otras que están protegidas.
Las especies más controladas
Zorros
Allí es el predador de aves de caza por antonomasia. Mientras los cultivos tienen poca altura, se le puede abatir por la noche con ayuda de focos de luz y, una vez que la siembra ya está crecida, mediante lazos especialmente. La GWCT ha realizado un gran esfuerzo de investigación para desarrollar lazos selectivos con freno; el de la imagen está dispuesto en un paso.
Córvidos
Urracas, grajillas y grajos son controlados durante primavera con jaulas tipo Larsen, similares en parte a las que utilizamos en España. Son selectivas y muy fáciles de usar.
Mustélidos
Armiños y comadrejas son muy temidas por los guardas mientras las aves están poniendo e incubando los huevos. En este caso, se utilizan las trampas de tipo túnel.
Ratas
Es uno de los predadores más temidos, dado que es un habitual de las nidadas. Las trampas y el veneno son las técnicas más utilizadas para su control, si bien esta última está en revisión por la resistencia que las ratas han desarrollado frente a los rodenticidas y los efectos negativos que producen en la fauna silvestre.
Los cupos, sagrados
La sostenibilidad es un concepto que a todos nos gusta utilizar cuando hablamos de caza pero que aún nos cuesta entender. En Reino Unido los cupos son sagrados y la planificación de las jornadas de caza es muy metódica, anotando de forma estricta todo lo que sucede en los conocidos como game books –libros de caza–. En el caso de las perdices, en la mayor parte de cotos con silvestre se caza en ojeos, y para celebrarse han de existir densidades que justifiquen dicha cacería. Es muy habitual no abrir la caza si no se ha alcanzado a un número suficiente de ejemplares o bien limitar los días y el cupo, dado que abatir más de la cuenta puede llegar a extinguir una población. Y cuando las perdices se van del coto es muy complicado y caro hacerlas volver, aunque no imposible.
Fincas modélicas en Reino Unido
En Reino Unido son muchas las fincas que, mediante una gestión ejemplar, han vuelto a disponer de poblaciones silvestres partiendo de apenas un puñado de pardillas. Es el caso de las de Sussex y Rotherfield Park, ambas al sur de Inglaterra y gestionadas bajo los criterios científicos de la GWCT. En la primera se ha conseguido volver a tener un número suficiente de estas perdices para cazar, partiendo de una población muy pequeña y de varias parejas silvestres que se soltaron en la finca –traslocación–, pero para ello ha tenido que realizarse una intensa labor de gestión del hábitat y control de predadores y una escrupulosa planificación de la caza. En la segunda, en la que la especie se extinguió, se traslocaron ejemplares y cada año se suelta un pequeño número de faisanes para garantizar ojeos sin que éstos tengan efectos negativos sobre las pardillas. En 2004 no existían perdices silvestres; el conteo realizado el verano pasado arrojó la cifra de un centenar.
La aplicación de las medidas en España
La puesta en marcha de medidas que mejoren el hábitat está muy relacionada con el tipo de aprovechamiento que se realice: comederos y bebederos son muy habituales en cotos intensivos, mientras que es más difícil encontrar siembras para la caza, caballones y márgenes sin cultivar, salvo que los titulares del coto sean favorables a la caza silvestre. Quizá la diferencia más notable en la gestión del hábitat se encuentre en la importancia que los bebederos tienen para la gestión de la perdiz roja, un factor de poca entidad en Reino Unido por lo húmedo del clima. En general, las diferencias clave entre ambos países son la implantación eficaz de las subvenciones para estas mejoras y la gran concienciación que los granjeros tienen por la fauna silvestre en el Reino Unido.
Cupos
Las fincas de nuestro país que basan parte de su aprovechamiento cinegético en las poblaciones de perdices silvestres sí realizan un manejo muy parecido, dado que son muy dependientes de la ‘madre silvestre’. En consecuencia, ajustan la presión de caza a lo censado antes de abrir cada temporada de caza, y no les tiembla el pulso si hay que estar sin cazar varios años hasta recuperar buenas densidades de patirrojas.
Predadores
En nuestro país este control es muy distinto del británico, tanto por las especies a controlar como por los métodos, si bien ambos tenemos en común la importancia del guarda de caza para llevarlo a cabo. Este tipo de gestión está considerada en España como menos ‘intensiva’ si se la compara con el control británico, si bien es cierto que el Reino Unido no cuenta con grandes predadores, como el lobo, ni grandes rapaces que puedan jugar un papel importante en la ecología de especies, como ocurre allí con el zorro. Precisamente en España el raposo es también uno de los principales objetivos de este tipo de control, junto a la urraca, la grajilla y la corneja, además de los perros y los gatos asilvestrados.
A día de hoy, sólo cuatro de nuestras comunidades autónomas –Castilla-La Mancha, Cataluña, Comunidad Valenciana y Extremadura– han reglamentado las directrices técnicas para el control de predadores que permite el uso de lazos como el Collarum y, al igual que en Gran Bretaña, de trampas tipo Larsen para urracas –en la imagen–. En cuanto al raposo, su caza con perros en madriguera es una modalidad que va ganando cada vez mayor número de adeptos.
El caso de las fincas españolas
Hay fincas emblemáticas como Las Ensanchas y La Garganta (Ciudad Real) en las se que consiguen abultadas perchas de perdices rojas y otras especies de caza, sustento además de especies protegidas como el lince ibérico y grandes rapaces. Es cierto que los recursos empleados son mucho más cuantiosos que en cualquier coto de pueblo con pocos recursos, pero, ¿no podríamos imitar en parte a estas fincas aunque fuera a pequeña escala? En estos territorios la agricultura es ‘amiga’ de la perdiz, es decir, está enfocada a incrementar la natalidad y disminuir la mortalidad de la especie, dedicando terreno a los caballones y siembras para la caza, disminuyendo el uso de pesticidas y otros químicos y evitando prácticas agresivas. Además, estas fincas disponen de comederos y bebederos para evitar las consecuencias negativas de sequías y hambrunas. En segundo lugar, cuentan con un buen número de guardas no sólo para realizar el control de predadores y mantener los comederos y bebederos, sino para evitar que los furtivos hagan algún estropicio y cuidar también de otras especies no cinegéticas que son vitales para los ecosistemas mediterráneos.
Por último, estas fincas tienen como contrapartida una fuente de ingresos importante en forma de cacerías, dinero que se vuelve a revertir en la gestión de la caza y otra fauna silvestre.
Centrándonos en nuestros cotos, algunas acciones efectivas serían, por ejemplo, cambiar el modelo de sueltas de caza de granja e invertir parte de este dinero en alquilar terreno para estas mejoras y contratar a un guarda de caza. Tardaremos más tiempo y nos costará más dinero pero, ¿no merece la pena luchar por la perdiz silvestre?