Los primeros meses de vida de un perro son cruciales para su formación. Es en este momento en el que el animal adquirirá las aptitudes necesarias para que en el futuro pueda convertirse en un buen perro de caza, y por tanto tendremos que estar muy pendientes de su educación.

18/8/2019 | Redacción JyS

Lo más importante es comenzar a educar al perro y a compenetrarnos con él a través de la vida en familia. Para conseguir estos dos objetivos podemos aprovechar sus ganas de jugar y, a partir de cuatro o cinco meses, preparar algunos señuelos, realizar paseos rutinarios con su correa puesta, hablarle, llamarle por su nombre, intentar hacer que se siente, se tumbe o empiece a traer objetos que le lancemos, etcétera. Todo esto conseguirá fomentar la obediencia y la compenetración.

A los perros nuevos tenemos que dedicarle un tiempo mínimo diario –al menos diez minutos–, que emplearemos en jugar y hacerle carantoñas. Esta fase debe durar al menos tres meses en los que hay que evitar regañarle.

Pasado este tiempo, haremos la primera salida al campo, donde le haremos una inspección ocular. Revisaremos los pulpejos, las manos, las almohadillas, comprobaremos cómo pisa, la mucosa –para saber que está bien hidratado–, nos aseguraremos de que los oídos están limpios… en definitiva, examinaremos su estado físico externo.

Un vez reconocido, es importante campearlo. Para ello, una opción muy buena es que acompañe a otro ejemplar adulto que le transmitirá la codicia de la caza. Este compañero puede ser su padre, su madre, o un ejemplar ajeno. Lo más importante es que sea un buen perro cazador y que muestre la caza tanto si llevamos escopeta como si no. Este sistema es el mejor, ya que lo más didáctico para un perro nuevo es ver a otro experimentado trabajar sobre el terreno. De esta forma tratará de imitarlo y, poco a poco y sin darse cuenta, acabará trabajando por iniciativa propia.

Deberemos premiar las buenas conductas para conseguir que el cachorro se sienta cómodo trabajando. De esta forma, cuando lo veamos correr detrás de los pájaros o incluso realizar una muestra tendremos que hacerle ver que está haciendo lo correcto. En este sentido, la capacidad de mostrar suele ser innata si el perro es hijo de padres cazadores de una raza de muestra, pero cuando no tiene la aptitud adecuada, podemos estimularla con una caña en la que ataremos plumas. Las plumas las moveremos de un lado a otro sin dejárselas atrapar y no las dejaremos quietas hasta que el perro comience a mostrar antes de intentar atraparlas.

Con estos sencillos ejercicios podemos empezar a formar al perro y a cimentar unas aptitudes que, si por bien es, nos llenarán de satisfacción en futuras jornadas cinegéticas.