Por Sergio Gómez. / Fotos: José David Gómez.

El conejo de monte es un animal característico de la Península Ibérica, tan arraigado a nuestra tierra que los romanos bautizaron a nuestro país con el nombre de Hispania. Tras siglos y siglos de expansión, su principal hábitat se encuentra en la Península Ibérica y aledaños, y supone una de las piezas más características de la caza española.

Esta especie se ha visto mermada en los últimos años por distintas causas: la famosísima mixomatosis y la neumonía hemorrágico-vírica (NHV) de la que tanto hemos oído hablar, la presión que los predadores naturales ejercen sobre ella, la de los propios cazadores, el uso-abuso de pesticidas y herbicidas en la agricultura, el desarrollo industrial y su contaminación, el cambio de la ganadería tradicional a intensiva, repoblaciones defectuosas…

En la actualidad, en la gran mayoría de los cotos de caza, las poblaciones de conejo no existen o se están empezando a extinguir. Para recuperarlas y/o mantenerlas resulta imprescindible llevar a cabo repoblaciones racionales de ejemplares.

A la hora de diseñar una explotación de conejo de monte no podemos olvidar que estamos tratando con un animal salvaje. Por lo que debemos conocer bien el hábitat en el que se desenvuelve, su forma de reproducción y su alimentación, así como sus enfermedades más comunes, para poder diseñar unas instalaciones que permitan un fácil y correcto manejo.

Por ejemplo, el período principal de reproducción empieza en febrero y acaba en septiembre. Las hembras alcanzan la madurez sexual a los cuatro meses de edad y los machos son maduros a los cinco, siendo la gestación de un mes.

¿Cómo construyo un criadero?

Actualmente, la explotación del conejo de monte se puede hacer en grandes fincas –de mínimo 1.000 hectáreas–, donde los animales se crían en libertad para ser capturados y posteriormente vendidos a los cotos de caza, o en granjas, donde los animales son criados bien en cautividad o bien en libertad.

La forma más simple y que menos esfuerzo requiere es hacerlo en cautividad, donde la maternidad se produce en jaulas. En estas explotaciones debemos tener tres zonas bien diferenciadas.

En primer lugar diseñaremos el área de maternidad, donde tendremos a las hembras y los machos reproductores instalados en jaulas individuales equipadas con tolvas, bebedero automático y, en el caso de las primeras, con un nidal protegido donde tendrá lugar el parto.

Cuando la hembra está en celo la llevaremos a la jaula del macho para que efectúen la cópula; después devolveremos la coneja a su jaula. Ella pasará el mes de gestación y dará a luz a los gazapos –de dos a cinco– con los cuales compartirá espacio hasta que sean destetados al mes de vida aproximadamente. Pasados 11 ó 12 días volveremos a cubrir a la hembra.

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La segunda zona es la llamada área de post-destete y reposición, donde los gazapos, una vez destetados al mes de edad, se sitúan en jaulas de 10 a 16 animales. En esta área están los gazapos unos 10 ó 20 días y es donde haremos controles para su marcación mediante tatuajes o chapas en las orejas, tratamientos contra la mixomatosis y NHV, sexajes, etc.

Por último se encuentra el área de semilibertad, formado por parques que debemos cercar con cerramientos metálicos y cimentarlos en hormigón –para evitar las huidas de los conejos mediante excavaciones en el suelo– y colocar en su parte alta mallas o redes –para proteger a los animales de la entrada de aves rapaces depredadoras–. En estos parques daremos a los conejos refugios naturales, como pueden ser arbustos, o podemos proveerles unos artificiales, como puede ser un tubo de PVC de modo que los conejos se vayan adaptando al medio natural en el que serán soltados próximamente.

Los conejos estarán aquí unos 15 días más. Cada vez que un parque se vacía es necesario limpiarlo y desinfectarlo, por lo que debe haber un número suficiente de parques para establecer rotaciones que permitan esta limpieza y desinfección. Alrededor de toda la explotación debemos colocar una malla con pastor eléctrico y así nos evitaremos la entrada de animales como perros, gatos o serpientes. Rodeando esta valla convendría también poner otra valla metálica para evitar la entrada de personas curiosas que podrían molestar a los conejos.

Cómo hacer un criadero en libertad

En este tipo de criadero tendremos también tres zonas bien distintas. El área de maternidad alberga a las hembras reproductoras y los machos. Son varios parques iguales cercados y deben tener, como mínimo, unos 250 metros cuadrados. Aquí introduciremos ocho hembras y un macho en cada uno, y aquí es donde se producen las cubriciones y permanecen tanto machos como hembras desde principios de enero hasta finales de noviembre, época en que los sacaremos y realizaremos la limpieza y desinfección. La coneja, unos días antes de parir, comienza a hacer varios orificios en el suelo forma de saco; elegirá uno de ellos para parir y albergar a los gazapos. En estos orificios, llamados cados, la madre coloca los materiales necesarios para el momento del parto y el pelo procedente de la depilación del pecho y el vientre. También tapa la entrada depositando orina y excrementos que repelen a otros conejos. En cada parto nacen de cuatro a seis gazapos sin pelo, ciegos, sordos e incapaces de andar.

Criando conejos

Durante el día la hembra abandona su prole dejando bien cerrada la entrada, volviendo a amamantarlos en el crepúsculo o por la mañana. Los gazapos pasan en el cado tres semanas. Todo criador de conejos sabe que en este tiempo no se puede tocar jamás la entrada, ya que si la madre nota olores extraños abandona la prole. A los 40 ó 45 días de edad los gazapos deben ser  vacunados, desparasitados y soltados en los parques de cría o de reposición. En cada parque o subunidad de maternidad se pueden construir tantas madrigueras artificiales como hembras existan. Se hacen elevadas sobre el suelo, evitando así encharcamientos, con base de cemento. Al principio las conejas son reacias a parir dentro pero se acaban acostumbrando; además, también les sirve como protección en caso de peligro.

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La segunda zona es el área de reposición. Son parques cercados en los que están los gazapos que serán los futuros reproductores del año siguiente desde que salen del área de maternidad con 40 ó 45 días hasta que vuelven a entrar a dicha área a principios de enero de cada año. Es muy importante tener totalmente controlado que los machos de reposición jamás se junten con hembras procedentes de su mismo parque porque podrían ser hermanos y haber graves problemas de consanguinidad, y por lo tanto, un descenso en la producción de conejo.

En tercer lugar está el área de cría, que alberga a los gazapos una vez salen del de maternidad. Permanecen aquí hasta el momento de su venta, y tienen tiempo suficiente para aprender a correr y a desenvolverse en condiciones muy parecidas a las que van a encontrarse cuando sean soltados a los cotos. En estas tres áreas se disponen mallas cenitalmente para evitar la entrada de aves rapaces depredadoras.

¿Qué le doy de comer?

El conejo de monte en la naturaleza sigue una dieta alimenticia equilibrada en nutrientes: consume de 200 a 500 gramos de hierba verde al día, cantidad que se ve reducida si los vegetales son leñosos. Normalmente no bebe agua, ya que le es suficiente la que aprovecha de los vegetales. Se alimenta de gramíneas compuestas, leguminosas, arbustos, raíces, tallos subterráneos y granos. Las gramíneas son el alimento más adecuado en la reproducción, mientras que las plantas ricas en agua son las idóneas durante el período de la lactancia. En el primer tipo de instalación del que hemos hablado –maternidad en cautividad– la alimentación es a base de pienso comercial mezclado con forraje. En las explotaciones en libertad el conejo come alimentos del suelo, con lo que equilibra su dieta y abarata el coste de la misma.

¿Cómo hay que hacer la suelta?

Las repoblaciones son un estupendo método para implantar animales allí donde han desaparecido, pero el desembolso económico y el aparatoso despliegue de medios no suele ir acompañado del éxito esperado debido a la alta mortalidad de los conejos. Debemos comprender, antes de nada, que los animales son liberados en un medio nuevo para ellos sin ninguna adaptación, que la captura del animal le produce males físicos y que el transporte si no se hace adecuadamente produce un gran número de bajas por aumento de temperatura, reducción de ingesta de agua y alimentos; en definitiva, el conejo sufre un desequilibrio y se debilitan sus defensas, haciéndose más vulnerable a las infecciones. También debemos tener en cuenta que una repoblación mal hecha puede tener efectos negativos como son los ejemplares cruzados, que son más sensibles a determinadas enfermedades y pueden interferir en la genética del conejo silvestre perjudicando su adaptación al medio. También se pueden dar nuevas cepas del virus de la mixomatosis bien porque el animal esté infectado o porque lo estén las pulgas que pueda portar, pudiendo causar nuevas muertes en animales autóctonos.

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Por tanto, si bien las repoblaciones son un buen método no son ningún juego y han de hacerse con toda la seriedad del mundo. Se deben tomar unas medidas mínimas a seguir como son la adecuación de la zona a repoblar mediante la creación de abrigos y control de predadores, los individuos a introducir no deberán ser conejos cruzados y deben estar totalmente sanos, el 70% de los animales deben ser adultos y el 30% jóvenes, un 60 % hembras y un 40% machos y respetar una densidad adecuada de repoblación que en primavera es de un individuo por hectárea. No debe haber más de tres conejos por compartimento en el transporte  y deben tener ventilación abundante pero indirecta. Por último, la suelta debe hacerse en el campo inmediatamente ya que los conejos no deben permanecer en las cajas más de 24 horas.