Todo cazador se ha sentido alguna vez rechazado o postergado por algunas personas de su entorno. Practicamos una actividad en muchos casos mal vista e incomprendida. Pero, ¿y qué? Somos como somos, auténticos.

25/5/2019 | Redacción JyS

Llegar manchados hasta las cejas a casa

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Foto: Jara y Sedal.

Mientras que el resto de personas se acicalan para salir a cenar o de copas un sábado, los cazadores llegamos hechos unos zorros. Con trozos de jaras enganchados, barro hasta las cejas y si encima cobramos cualquier pieza acabamos con un olor insoportable. ¿Trajes para el fin de semana? Sí, de camuflaje y manchados al final de la jornada.

Pensar todo el tiempo en caza

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Foto: Jara y Sedal.

Si escarbas en la mente de un cazador, lo que puedes encontrar son lances pasados, tanto errados como satisfactorios, sueños y anhelos, además de tareas pendientes por hacer en la finca o el coto.
Un cazador no deja de pensar en los momentos únicos que le ofrece el monte, tampoco en el manjar que supone la carne de caza, que no podemos olvidar que es el fin último de la actividad cinegética, disfrutar las piezas en la mesa rodeados de los nuestros.

Tener la casa llena de cosas que el resto de personas no sabían ni que existían

Visores de caza Leupold en rifle Merkel.
Todo tipo de herramientas para limpiar armas, trofeos, productos para limpiarlos, utensilios que utilizamos como accesorios en el monte… La casa de un cazador siempre será todo un descubrimiento para aquellos que desconocen este mundo. Y algo que pasa con todos los cazadores es que siempre, siempre, están en busca de más cosas para agrandar el equipo.

Estar siempre en el monte

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Siempre hay algo que hacer. Cuando no es cazar es arreglar el coto. Bebederos, comederos, caminos… siempre hay trabajo por terminar. Mientras que otras personas disfrutan saliendo a comer a restaurantes y al cine, los cazadores preferimos comer en el monte encima de una piedra.
La temporada de caza nunca acaba, cuando no salimos tras las perdices, son las batidas a los jabalíes, o los recechos tras los duendes… Si buscas organizar un evento en fin de semana al que asista un cazador, ni se te ocurra ponerlo de octubre a febrero.

Despertarse temprano

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El resto de la sociedad no se despierta el fin de semana a las 4 o a las 5 de la mañana y se recorre de media 200 kilómetros para ir a ningún sitio. Los cazadores lo esperamos como algo terapéutico. Un fin de semana de caza nos ayuda a sobrellevar la semana con más ganas, sabiendo que al siguiente volveremos a salir. Da igual lo cansado que acabes la semana que no fallas a ninguna jornada.