La presión que los humanos ejercen sobre la fauna silvestre no solo genera impactos poblacionales, sino también adaptaciones sorprendentes. Un estudio publicado en PLOS ONE demostró que los ciervos (Cervus elaphus), en concreto las hembras de la especie, aprenden a evitar a los cazadores a medida que envejecen, modificando sus hábitos de movimiento y eligiendo hábitats más seguros.

El equipo de investigadores, liderado por Henrik Thurfjell desde la Universidad de Alberta (Canadá), comprobó que las ciervas cambian su comportamiento con el tiempo en respuesta a la caza, desarrollando estrategias que aumentan drásticamente sus posibilidades de supervivencia. El estudio se llevó a cabo en América del Norte, y los resultados revelan un nivel de plasticidad conductual que hasta ahora había sido subestimado.

Mediante el uso de collares con geolocalización, colocados en 49 ejemplares de entre 1 y 18 años, los científicos analizaron las rutas, el uso del terreno y las velocidades de desplazamiento durante varias temporadas. El seguimiento, que abarcó entre dos y cuatro años por animal, permitió observar diferencias marcadas en el comportamiento según la edad.

El aprendizaje, clave en la supervivencia

Tres ciervos en el Parque Nacional de Cabañeros.
Tres ciervos en el Parque Nacional de Cabañeros. © Shutterstock

La principal pregunta que planteaba el estudio era si estas diferencias se debían únicamente a una selección ejercida por los propios cazadores —es decir, que las más cautelosas eran las que lograban envejecer— o si, por el contrario, los animales modificaban su conducta con el tiempo como resultado del aprendizaje. Las conclusiones apuntan a un modelo mixto, donde ambas fuerzas están presentes, pero el aprendizaje tiene un papel esencial.

Las hembras más longevas se desplazaban menos, se adentraban en zonas con mayor cobertura vegetal y se refugiaban en áreas escarpadas, lugares que ofrecían mayor seguridad. Este comportamiento más conservador disminuye su visibilidad ante los cazadores, quienes suelen buscar a sus presas en áreas más abiertas y accesibles.

Las hembras de ciervo monitoreadas en el estudio mostraron cambios de comportamiento individuales y una clara adaptación a medida que envejecían. Los autores del estudio inciden en que estas ciervas son mucho menos vulnerables de cara a los cazadores cuando superan los 9 o 10 años de edad.

También modifican su conducta con relación al arma que porta el cazador

Pedro se prepara para el disparo con su arco.
Cazador con arco. © Pedro Ampuero

Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio es que las ciervas parecían ajustar su comportamiento no solo a la presencia de humanos, sino también al tipo de amenaza que estos representaban. Durante las temporadas de caza con arco, las hembras se internaban aún más en terrenos abruptos que durante la temporada de caza con rifle.

Este hecho llevó a los científicos a una hipótesis tan desconcertante como fascinante: los ciervos podrían ser capaces de reaccionar de un modo diferente si un cazador va armado con un arco o con un rifle, ajustando su estrategia de huida y refugio en consecuencia. Este nivel de adaptación sugiere una percepción del entorno mucho más desarrollada de lo que se había considerado.

En definitiva, este trabajo aporta una perspectiva sobre la relación entre el ser humano y la fauna silvestre que pocas veces se había planteado. Comprender estas dinámicas es vital para una gestión más equilibrada y ética de la vida salvaje.

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