Según las primeras mediciones, este trofeo de 17 puntas y 7,91 kilos de peso, obtendría una nota cercana a los 215 puntos.

25/9/2019 | Redacción JyS

Padre e hijo con el monstruoso venado. / J.H.

Cuando sales de caza durante la berrea siempre sueñas con cruzarte con el macho de tu vida. Y eso es exactamente lo que le pasó a Juan Luis Hernández-Gil y a su hijo Juanete en la tarde del 13 de septiembre. Ambos, cazadores consumados, llevan más de 20 años visitando la comarca zamorana de Aliste, en las estribaciones de la Sierra de la Culebra, para recechar cuando los inmensos venados que pueblan esos montes comienzan a bramar.

Esa tarde era la primera que salían al campo y los guardas del coto les habían avisado de la presencia de un par de machos de postín, por lo que decidieron cazar cada uno por su lado para aumentar las opciones de éxito. Pasaban las horas pero el lugar permanecía en silencio y ningún ciervo se animaba a pregonar sus intenciones. Entonces, padre e hijo, decidieron aunar fuerzas y proseguir cazando juntos.

En plena ebullición

El día se apagaba poco a poco pero avanzaban tranquilos. La luna llena de septiembre echaría una mano en caso de necesidad. Comenzaron a recechar por una zona que entremezclaba el monte más apretado con terrenos de labor. Por estos lares, los machos bajan desde la sierra a estas campas, en busca del agua de un río que corta el coto. Esa es su querencia.

De pronto, Juanete vio un grupo de cinco hembras cruzar un claro, seguidas por un macho. Parecía grande y estaba desesperadamente encelado. No paraba de acorralar a las damas de su harén, mientras rompía a berrear en cada parada. Juan Luis se preparó, trató de localizar al venado a través de su visor y enseguida comprobó que era grande. La luz era escasa pero suficiente para colocar la cruz en la caja del animal. El estruendo resonó por toda la sierra mientras Juanete notó cómo el bulto se encogía tras el impacto, pero no se derrumbaba. Dos disparos más, seguidos de una preocupante galopada escondieron al venado entre las sombras de la noche. El cazador estaba convencido de haber alcanzado al animal pero no encontraba ni gota de sangre. Después de una noche de incertidumbre e insomnio, el amanecer sorprendió a padre e hijo en el lugar de los hechos, preparados para escudriñar cada metro cuadrado. Pero no fue necesario, allí estaba tendido, a 100 metros del tiro, con la bala del .30-06 colocada trasera en el codillo.

Una auténtica mole

El contaba con una cuerna de 17 puntas y una longitud de 113 centímetros. / J.H.

El venado era enorme. Imaginaban que sería un buen trofeo pero no algo así. 17 puntas coronaban un machazo de órdago, con un corpachón fuera de lo normal y un cuello propio de un caballo percherón. Juanete decidió realizar una primera medición en el campo, comprobando que el trofeo tenía una longitud de 113 centímetros. Las rosetas eran también gigantescas, midiendo 30 y 26,7 centímetros cada una. Todos estos datos serán corroborados por la taxidermia Taxtrophy, encargada de naturalizar el trofeo. Diego Cabello de los Cobos, su propietario, ha adelantado a Jara y Sedal que, casi con toda seguridad, este animal entrará a formar parte de los diez mejores trofeos abatidos en finca abierta en España. Sin duda, un trofeo único, que padre e hijo guardarán en su memoria para siempre.

El trofeo del animal entrará probablemente en el top ten nacional. / Taxtrophy