Lo que al cazador almeriense José Lizarán Pardo le ocurrió el pasado domingo 3 de enero roza lo surrealista: si ya que te salga una pieza de caza mayor cuando vas a cazar perdices es algo fuera de lo común, que además sea una jabalina con defensas de macho es increíble. Y si, además, el animal posee unos colmillos de 22 centímetros de longitud cada uno, el caso no puede ir a más.

Lizarán, que comparte cada fin de semana sus jornadas de caza con su amigo Pedro Miguel Sánchez, vivió aquel día, sin duda, la jornada cinegética de su vida. Sánchez explica a Jara y Sedal que «es un día y un lance que no olvidará jamás», sucedido en el coto social de la localidad de Albánchez, en la citada provincia, que cuenta con permiso de caza del jabalí al salto.

«Era el cierre de la temporada de perdices. Mi compañero ya había podido desencamar a lo que creía que era un jabalí algunos fines de semana anteriores, pero sin duda lo que no se imaginaba era que le saltaría tan cerca en esta ocasión», sigue relatando su compañero Pedro Miguel Sánchez.

Fue un lance «muy rápido» porque a José «tan sólo le dio tiempo a meter la bala y disparar al tremendo macareno», asegura Pedro. Cuando se acercó a cobrar la pieza, se dio cuenta de la tremenda sorpresa: no sólo tenía 22 centímetros de colmillos y pesaba unos 120 kilos, sino que… ¡era una hembra!

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Abatida en Jaén otra hembra de jabalí con un magnífico trofeo

jabalina con colmillos
Fernando y Antonio Ramos Espinosa junto a su primo Marcelo Ramos, quien abatió este raro ejemplar. / Fernando Ramos

Las imágenes de José Lizarán nos recuerdan al ejemplar abatido hace ahora tres años por Marcelo Ramos en Campillo de Arenas (Jaén). En aquella ocasión las dimensiones de los colmillos de la hembra -23 y 24 centímetros de longitud- hubieran sido suficiente para tratar de homologarlo, si hubiera sido un macho. 

Según relató entonces a Jara y Sedal el primo del cazador, quien le acompañó durante la cacería, los perros dieron con un buen ejemplar de jabalí que les plantó cara sin escapar hacia los puestos, como suelen hacer los macarenos más veteranos. Marcelo se apresuró entonces y consiguió abatirlo, pero al examinarlo con detenimiento no salía de su asombro: se trataba de una jabalina con unos colmillos de gran tamaño.

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