El pasado sábado, 1 de febrero, un grupo de cazadores y amigos de la comarca de la Limia salió de batida de jabalí en un terreno del municipio de Chandreja de Queija, ubicado en la provincia de Orense, en Galicia. Algunos de ellos iban acompañados de sus perros y, a pesar de que todo parecía transcurrir con normalidad, ocurrió algo inesperado que tardarían varios días en resolver.
Uno de los cazadores, Iván Gil Rodríguez, ha contactado con la redacción de Jara y Sedal para explicarnos todo lo sucedido. De este modo, ha comenzado contando que tanto él como su amigo Jony llevaron a sus perros, dos podencos paterneros, así como otros dos perreros de la otra cuadrilla.
Una jornada marcada por la niebla
«Madrugamos y llegamos a Chandrexa», ha empezado narrando de aquella jornada. «Subimos a la sierra, pero estos días en Orense hay muy mal tiempo y la niebla no nos dejó cazar». Por lo tanto, decidieron bajar a comer y, una vez se disipó la niebla, soltaron a los perros .
Tal y como Iván ha asegurado, su amigo Jony estuvo a punto de levantar un jabalí en la suelta. «En la huida se paró y los perros fueron a la parada del jabalí y lo volvieron a levantar, pero huyó hacia abajo, dirección al río, y desde los puestos no lo llegaron a ver», ha detallado.
Consultando el GPS, vio que los perros habían pasado por el río, que llevaba una «cantidad de agua impresionante». «Vi que los perros se echaron fuera de la mancha, todos menos uno que perdió la cobertura. Era el mío, que lo fui a buscar a Sevilla cuando era un cachorro», ha destacado el cazador.

«Me pareció raro y decidimos recoger a los perros con los coches, pero cuando acabamos faltaba Lilo y el GPS seguía marcando que no tenía red. Jony me dijo que se le podía haber caído al río y que el dispositivo se hubiera mojado», ha seguido contando Iván.
Sin rastro de su perro y sin señal del GPS
De toda esta situación, como él mismo ha reconocido, había algo que le hacía desconfiar. Cayó la noche y todavía seguía buscando a su perro, por lo que avisaron a los vecinos por si alguno de encontraba con él.
Volvieron al lugar al día siguiente, ubicado a dos horas de camino de su casa, acompañado del ahijado de uno de los presentes en la batida, un joven cazador de 16 años. «Pusimos llamamientos en Instagram porque no era normal que tardara tanto tiempo en salir a una carretera. No había señales de vida y el GPS no marcaba nada», ha insistido.
El lunes, 3 de febrero, ambos fueron de nuevo a ese mismo terreno en el que tuvo lugar la cacería y el joven era conocedor de dicha zona. «Hicimos el mismo recorrido con el GPS de otro de los perros y todo era de muy difícil acceso. Llevábamos botas de goma, pero todo estaba muy resbaladizo. Bajamos al río y llegamos a un punto en el que no había por dónde pasar. Más arriba y con el ruido del agua no podíamos escuchar nada. Fue entonces cuando nos pusimos en lo peor, que a Lilo se lo había llevado el agua», ha confesado Iván.
Sin embargo, de repente comenzaron a escuchar un ladrido que podría ser del podenco perdido. Siendo conscientes del gran caudal del río y pensando que el perro podría estar al otro lado, cogieron el coche para llegar hasta la otra orilla, pero una vez más no escuchaban nada.
«Por el GPS del otro perro fuimos cerca de donde pasaron detrás del jabalí, pero no dábamos con él. Después de 10 minutos buscando, Lilo escuchó mi voz y empezó a ladrar otra vez, pero con el ruido del agua no lo situábamos», ha añadido.
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En ese momento, decidieron meterse un poco en el agua, «pero era muy peligroso». A pesar de eso, unos metros delante de ellos vieron una especie de cueva. «El agua lo arrastró desde donde pasó el jabalí y lo metió allí. Como el agua era todo espuma porque era como un rápido con piedras, le cogió miedo», ha explicado el cazador.
«Por un agujero que había, me puse boca abajo y el chaval me cogió de los pies para no caer al agua. Lilo se fue acercando hasta que lo conseguí coger por el collar con la punta de los dedos. Llevaba dos días esperanto por nosotros», ha terminado narrando de la complicada escena que vivió.
Finalmente, Iván ha asegurado que ambos se llevaron una gran alegría, así como todos los cazadores que habían formado parte de la batida de aquel sábado. «Es una parte de nuestro equipo y la esperanza es lo último que se pierde», ha concluido destacando el cazador.