A sus 65 años, Fausto Fortun, cazador, vivió el 23 de abril del pasado año una escena de esas que cuesta mucho olvidar. El lance tuvo lugar durante una jornada en un coto de la provincia de Teruel y fue allí donde se topó con un ejemplar de corzo que va a seguir recordando durante años.

Fausto ha dedicado toda su vida a la caza menor. Sin embargo, tal y como ha contado al equipo de Jara y Sedal, como consecuencia de unas operaciones se vio obligado a cambiar a la caza mayor de corzo y jabalí y colgar así la escopeta. Desde entonces, suele realizar pequeños recechos y esperas, así como participar en alguna batida.

«El corzo es mi pasión», ha reconocido ahora el cazador. «El año pasado, después de tener visto un grupo de corzos salir a comer a una siembra, preparé una espera a unos 80 metros de ella, pero al ir a colocarme a las 18:00 horas, más o menos, tuve que cambiar de sitio por tener el viento desfavorable, así que cambié a otra postura a unos 170 metros». «Era el límite de mis posibilidades», ha admitido.

El corzo con el que «tantos días había soñado»

© F. F.

Una hora y media más tarde, de repente salió a la siembra una hembra con dos corcinos. A estos los siguió un corzo joven que se quedó aún más alejado y en esa misma actitud continuó hasta, aproximadamente, las 20:30 horas.

«Todo ese tiempo estuve tapado con una red de camuflaje, inmóvil, con todos los corzos paseando cerca de mi posición», ha continuado explicando. «A las 20:40 horas salió una hembra grandísima, a unos 170 metros, con ya poca luz y muy tranquila».

Tras ella apareció un «gran macho» y, al ver que se le iba toda la luz, Fausto decidió encarar su arma. «Para mí era un tiro complicado», ha admitido, «pero disparé y observé mucho polvo, que después vi que más que polvo era pelo».

En ese momento desaparecieron todos los corzos y el macho salió caminando hacia unos almendros. Otro disparo, sin acierto. O eso parecía. Al acudir por primera vez al lugar de dicho disparo, aunque sin linterna, no vio ningún rastro de sangre.

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«Desanimado me fui hacia mi viejo Suzuki Samurai, a unos 500 metros del lance, y cumpliendo mis principios de no abandonar una pieza acudí otra vez al sitio del disparo, ayudado por las luces, y a unos 30 metros, entre los almendros, para mi sorpresa estaba el corzo con el que tantos días había soñado», ha concluido narrando el cazador.


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La mejor historia de caza de corzo puede llevarse unos prismáticos Burris Droptine y un arnés Beretta

El lance que acabamos de narrar es uno de los participantes en el concurso que desde Jara y Sedal hemos lanzado en colaboración con Beretta Benelli Ibérica (BBI). La mejor historia puede llevarse unos magníficos prismáticos Burris Droptine Droptine 10×42, así como un arnés de Beretta.

Quienes quieran optar a este premio pueden hacerlo fácilmente enviando un email a info@revistajaraysedal.es, o bien un mensaje privado a cualquiera de nuestras redes sociales contándonos tu mejor historia de corzos, además de adjuntar las fotos de ese día, tu número de teléfono y seguir en Instagram el perfil de Jara y Sedal (@jaraysedal.es) y el de BBI (@beretta_benelli_iberica).

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