A finales de primavera y ya en verano es frecuente divisar colleras de perdiz roja (Alectoris rufa) que vagan por su territorio con un par de pollos o en soledad. Me refiero a colleras con muchos años que ni crían ni dejan criar. Suelen imponer su dominio, no dejando que la mayoría de las nidadas de las más jóvenes obtengan éxito. En muchos casos provocan el abandono de la primera puesta, justo en el momento de finalizarla, por lo apresurado de alejarse de esa vieja pareja. Además, los machos solitarios se vuelven un problema, ya que, en la época de celo, se adueñan de un vasto territorio, no dejando reposar a las parejas colindantes de su querencia, disminuyendo el éxito reproductor.

El descenso en el número de pollos recién nacidos es fruto, además de la predación, del acoso por parte de machos viejos. En estos casos, una segunda puesta, más reducida en el número de huevos, trae consigo el abandono forzoso del primer nido. Por tanto, como herramienta de gestión, en el coto, durante la época de reclamo, realizaremos lo que se denomina un clareo de machos viejos y de parejas estériles que sólo acarrean un descenso progresivo de la densidad perdicera de la zona.

¿Cómo realizar el clareo?

Podemos pensar que en el clareo hay que estar comprobando si la perdiz que entra en la plaza es vieja o no, lo que supone una complicación añadida. Habitualmente, los machos viejos de la zona son los primeros en acudir al reclamo, no dejando a los más jóvenes hacer lo mismo, ya que debido al acoso al que están expuestos les impiden las respuestas sonoras al reclamo. Además, estos machos viejos, acostumbrados a dominar su zona, harán lo propio con los nuevos que comienzan a escuchar en su querencia. Aquí la cuestión es clara: cuando comprobamos que el macho es solitario debemos tirar una vez se haya producido la entrada y el intercambio de cantos.

Si entra con su pareja es importante tirar primero a la hembra… o ésta huirá de la plaza y será más complicado que vuelva a entrar en hasta la siguiente, una vez emparejada. Además, hay que tener en cuenta que las patirrojas sacan adelante sus nidos con el apoyo de ambos sexos. Por tanto, dejar hembras solitarias reducirá al mínimo la probabilidad de supervivencia de las polladas. Una vez abatida, el viejo macho entrará con más brío a la plaza y lo aguantaremos para que nuestro reclamo se empape y encele, procediendo a abatirlo. Así conseguimos que nuestro pájaro disfrute de su victoria.

¿Cuándo disparar?

Perdiz roja cantando. ©JyS
Perdiz roja cantando. ©JyS

Nunca debemos precipitarnos: no es una cuestión de percha, sino de hacer cazar a nuestro pájaro. Una norma importante, por la cercanía a la que disparamos, es tirar a las perdices de espalda o de lado para asegurar que caigan. Los tiros de frente dan lugar a que queden heridas, pegando saltos o aleteando delante de nuestro reclamo, que no asociará su lucha con la muerte de su contrincante y no volverá a cantar en todo el día. Por eso es fundamental asegurar el tiro para que lo asocie a la victoria. Si a pesar de todo alguna se quedase aleteando realizaremos un segundo tiro para no ‘estropearle’ más. Si nos entra una hembra es importante no dejar que se encele mucho, pues tratará de salirse de la jaula y será descubierto por su objetivo, que huirá. En estos casos, el tiro debe ser rápido tras unos reclamos y la entrada a la plaza. Cuando nuestro pájaro es joven no hay que dejar que los machos viejos que entren se enzarcen demasiado, ya que pueden acobardarlos. En este caso, tiraremos cuanto antes.