El cazador José Daniel Vázquez se topó el pasado fin de semana con uno de los jabalíes más imponentes de su vida. Pesaba casi 150 kilos y dice que estuvo a punto de arrollarle en un lance de infarto que vivió junto a su cuadrilla en las cercanías del concejo de La Cañiza, en la provincia de Pontevedra. El animal, que había sido avistado semanas antes por más cazadores, finalmente dio la cara en esta batida cuyos detalles ha narrado Vázquez a Jara y Sedal.
Así desencamaron al tremendo macareno
José Daniel Vázquez es el responsable de las batidas en las que participan cinco perreros y una quincena de puestos cada fin de semana. Se trata de una zona en la que el río Miño ya cuenta con un cauce caudaloso, algo que ofrece frondosidad, agua y alimento para los jabalíes, lo que hace que éstos adquieran grandes dimensiones. Esta cuadrilla caza cada fin de semana junto a sus podencos y perros de rastro en la zona.
Viñas, robles y castaños: alimento y refugio perfecto para el jabalí. Este verraco, según explica Vázquez, se movía entre los concejos del Miño Creciente y La Cañiza. «Es una zona muy buena, en la que hay mucho viñedo de la Denominación de Origen Rías Baixas, con mucho castaño y mucho roble, lo que hace que el jabalí tenga muy buena comida y refugio», expone el cazador.
El jabalí ya había escapado de los cazadores un año antes
El animal era un viejo conocido que ya se se les había escapado el año pasado, puesto que se movía en una zona de más de 1.000 hectáreas. Pero el pasado viernes, unos cazadores le dijeron a José Daniel que lo tenían localizado entre los concejos de La Cañiza y Creciente. En la batida, se colocaron catorce puestos, ayudados por cuatro cazadores que entraron a la mancha con una treinta de perros. «Aunque estaba controlado más o menos, no era seguro que estuviera en la pequeña mancha que cazamos, pero tuvimos suerte», relata el cazador.
Vázquez detalla. «Balín y Damián -dos de los perreros- iban por un lado; Álvaro por otro y yo iba más atrás, ya que tengo un podenco que repasa todo. Subiendo una vaguada, miré unas pisadas y una charca en la que vi que este jabalí se encontraba. Sentí al podenco ladrar, no sabía si era el jabalí grande o no… y, efectivamente, se trataba de él», recuerda.
Así vivió cómo el jabalí pasó corriendo a su lado
«Cuando lo vi acostado, me quedé impactado. El perro le estaba ladrando y no se movía, y al final se arrancó, me pasó a dos metros. Me dejó helado», confiesa. «No me clavó a los podencos porque son perros que aguantan muy bien, ligeros… si no lo hubiesen pasado mal», reconoce el cazador.
El disparo de un puesto. Roberto, que así se llamaba el cazador que estaba en el puesto por el que pasó el gran animal, falló el primer disparo, pero con el segundo sí logró acertar, abatiendo al instante la imponente pieza, que «de colmillos es un espectáculo», admite Vázquez.
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